Al PSOE le crecen las rémoras

OPINIÓN

16 ene 2017 . Actualizado a las 09:07 h.

El problema de la socialdemocracia europea -la crisis ideológica y la carencia de proyectos operativos para gobernar las sociedades de bienestar- es general y sustantivo, y de él participa el PSOE con todas sus grandezas y miserias. Y si el PSOE estuviese afectado solo por eso, acompañado por los grandes partidos socialdemócratas del continente, su problema sería grave, pero abordable. Pero la enfermedad del PSOE va un poco más allá, por lo que su cuadro clínico se completa con un activismo enfermizo y obsesivo que neutraliza todos los remedios y enfila directo hacia el abismo.

Enmarcado en la crisis europea, y con todos sus achaques y compromisos, el problema específico del PSOE tiene dos componentes añadidos: que una parte de los militantes que nunca tendrían posibilidades de izarse a los puentes de mando piensan que el río revuelto del populismo les da oportunidades coyunturales que deben aprovechar; y que un modelo organizativo conformado a fuerza de respuestas reactivas e improvisadas multiplica las posibilidades de revolver el río y de culminar con éxito sus aventuras personales. Así llegó Sánchez, que en su condición de ingrávido y gentil, como pompa de jabón, estuvo a punto de entrar en el Olimpo de la Moncloa a costa de entregar el futuro de su partido. Y así resucita de su gris obsolescencia Patxi López, que, cuando el morlaco ya estaba en suerte para entrar a matar, se le cuela desde el burladero a Susana Díaz -que bien merecido se lo tenía, por lenta e indecisa- e intenta salir por la puerta grande con las orejas y el rabo. ¡Vaya faena!

Con la audaz jugada de López, el PSOE, que tenía que escoger entre dos posibilidades muy claras -regresar a Sánchez o ponerle la alfombra roja a Díaz-, tiene ahora tres, incluyendo la de instalarse entre Pinto y Valdemoro, en una áurea mediocridad, y seguir haciendo primarias, secundarias y terciarias cada año, envolviendo en confusión sus citas congresuales y perdiendo cualquier oportunidad de -en palabras de Javier Fernández- hacer coincidir la agenda del partido con la agenda del país. Patxi López es, si el análisis de Fernández tiene sentido, el candidato más idóneo para prolongar sine die el ensimismamiento del PSOE; el que impide la candidatura de unidad y consenso que buscaba la gestora; el que puede abortar, quizá para siempre, la candidatura de Susana Díaz; y el que tiene muchas opciones para ocupar el sillón de Sánchez con sus mismas intenciones: llegar a la Moncloa a cualquier precio y sobre cualquier coyunda, y completar su currículo, tan prolijo como gris, a costa del PSOE.

Javier Fernández demostró, otra vez, que era el hombre providencial para reconducir la situación con serenidad y sentido del deber. Pero Susana Díaz jugó a que, en vez de ser elegida, la proclamasen. Y es posible que se le haya pasado el arroz.