Los últimos de Filipinas

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

18 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo en que los hermanos escritores Javier y Jorge Reverte, cuando quedaban para cenar, acababan la velada cantando Yo te diré, un bolero que era el tema central de Los últimos de Filipinas, la película de 1945. La pérdida de las últimas colonias en 1898 dejó en el hipotálamo de los españoles una marca de pena y nostalgia, y creó una generación literaria que brota desde una profunda sensación de desencanto. Yo tengo a mucha gente en los distintos fuegos del desastre: en Filipinas, a José Rizal, que algo habrá tenido que ver con nuestra derrota, pues siendo un médico noble, patriota, sabio y bondadoso, el torpe general coruñés Polavieja lo mandó fusilar en 1896. En Cuba, José Martí, poeta como Rizal, se enfrentó junto a Teddy Roosevelt -cuyo penoso viaje por la Amazonía brasileña he publicado hace unos pocos años- contra los españoles, perdiendo la vida en el campo de batalla. A Martí, medio siglo después, Fidel comenzó a llamarlo «el apóstol».

En la Caeyra, la casa de mis bisabuelos en Pontevedra, se montó un hospital que daba acogida a los soldados que regresaban enfermos y a los que a veces sus propias familias negaban cobijo por temor a las infecciones. Cuando uno recuerda la ejecución de Rizal o el terrible fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina en La Habana en 1871, no puede dejar de pensar que, en realidad, en el 98 no hubo más que perdedores.