Engañó a su pueblo

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

05 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Fidel entra en la Habana lo hace en nombre de la democracia, y con la exclusiva intención de derrocar al dictador Batista. De eso va a hacer cincuenta y ocho años, y los cubanos siguen bajo una dictadura cuyas cárceles se encuentran a rebosar de presos políticos cuyo único crimen fue su derecho a reclamar libertades. Comprendo que no está bien hablar mal de los muertos, pero que tampoco se pasen algunos al cantar las excelencias de un hombre que tiene sobre sus espaldas miles de atroces ejecuciones encaminadas a acallar a todo un pueblo. La revolución era necesaria. Batista era un títere de los norteamericanos que había convertido la isla caribeña en su particular burdel. Pero derrocado el dictador, Fidel y los suyos tenían que haber permitido que los cubanos llevaran a cabo su transición democrática, y no, una vez pisada la moqueta, acomodarse en la poltrona y empezar a invocar a Marx, Lenin y compañía, mientras los isleños ni para comer tenían. Es lo malo de los dictadores. Al principio, todos piensan en el bien general. Pero el poder absoluto es tan erótico que, una vez que lo prueban, no hay forma de que lo suelten. De eso en España sabemos más de lo que quisiéramos. No soy optimista con que Cuba ingrese en breve en la plantilla de países libres. Castro ha dejado todo atado y bien atado con su hermano Raúl al frente. Personalmente, creo que la reciente victoria de Trump no ayudará mucho a que la tiranía termine, pero la esperanza debe ser lo último que se pierde. Sea lo que sea, no dejemos jamás de llamar a las cosas por su nombre. Fidel fue un dictador, y no un libertador.