Dylan contra la corrección política

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

26 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado lunes escribía yo sobre la excelsitud de Dylan. El martes, escribía el profesor Blanco Valdés sobre su mala educación. No son realidades incompatibles. Me permito aclarar, no obstante, que entiendo al genio Dylan. Incluso más, defensor a ultranza de la buena educación, puedo tolerar cualquier desplante a este premio caracterizado en las últimas décadas -para desgracia de la humanidad- por haber hecho de lo políticamente correcto la causa y motor de alguna de sus decisiones. No todas, obviamente, pero sí las más sonoras. ¿Dylan se burla del Nobel? En efecto. De la manera más inteligente y poderosa: el sarcasmo. Podría haberlo rechazado, pero eso quedaría en lo anecdótico. Podría ir a recogerlo y cantar loas al Nobel en su discurso de Estocolmo, pero hablaría en contra de su carrera y de la semántica de su nombre. Podría incluso decir que el Nobel de la Paz de Obama y el desprecio a Borges son justificables. Pero no lo hace. Quizá porque sabe que el mayor daño que se le puede infligir a este premio, disparatado en los últimos tiempos, es burlarse de él. Y es lo que ha hecho. Aunque, como dice Blanco Valdés, pecando de mala educación

No entraré en valorar la pertinencia de este premio Nobel de literatura. Ya lo he hecho. He escrito que el premio Nobel esta vez se lo habían dado a sí mismos los académicos suecos. No creo que nadie lo merezca más en lo literario que Dylan. Ha dejado versos que repetirán las generaciones futuras, es un clásico. La respuesta está en el viento, lo saben hasta los niños de primaria. Y Desolation Row, donde en el puente de mando se pelean Eliot y Pound mientras cantantes de Calypso se ríen de ellos, es una daga contra la barbarie intelectual contemporánea. Sus memorias justifican una carrera literaria, como justifica Pedro Páramo a Juan Rulfo. En Forever Young reposa todo un credo, bellísimo: «Que construyas una escalera a las estrellas y subas un peldaño cada día. Que siempre permanezcas joven». En realidad, este devaluado premio Nobel no merece el genio de Dylan.

Con Dylan les ha salido mal la jugada a los académicos suecos. Deseaban una vez más premiar lo políticamente correcto, como hicieron recientemente con Herta Müller, Elfriede Jelinek, Mo Yan o Patrick Modiano, por no citar una lista interminable.

Hasta creo que se lo han dado a Vargas Llosa, con todo merecimiento, en contra de sí mismos. El Nobel de literatura se ha convertido en el premio de la levedad y la frivolidad humanística, cuando debe ser todo lo contrario. Es la corrección pura. Es Obama y su Hillary Clinton, pegada a él como una lapa. Es el premio, en definitiva, que ha despreciado al más grande literato del siglo XX -literatura latente y presente-, Jorge Luis Borges, porque abrazó a un dictador y defendió a otro (¿Qué tendrá esto que ver con la literatura?).

Por ello me alegro esta vez, y sin que sirva de precedente, de la mala educación de Dylan.