Vargas Llosa, Dylan y los frívolos

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

21 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Creo que no soy sospechoso de proferir opiniones contrarias a la excelsitud de Vargas Llosa. He escrito mucho sobre él, su maestría como novelista y crítico, su grandeza en la dicción y su profundidad narrativa. Con Philip Roth y John Banville forma la tríada fascinante de la novelística viva. Los dos primeros son más deslumbrantes que Vargas en el párrafo o la calidad de página, pero ninguno estructura las novelas como Vargas Llosa ni logra equilibrarlas con la pulcritud del peruano. Su penúltima novela, que le ha gustado a muy pocos, a mí me pareció encantadora en su sencillez y en su reivindicación de la transparencia en el relato: El héroe discreto. Cinco esquinas, la última, es uno de esos interrogantes que se conforma como mácula en su carrera: ¿Por qué un maestro se atreve a publicar en la absoluta madurez una novela tan pésima? Es su peor obra, incluida alguna con la que removió su juventud. El lector se queda burlado en una escena de lesbianismo flácido y acartonado. Lo demás es tan pueril que podía estar escrito por cualquier diletante o por uno de esos procuradores del éxito fácil, instalados en la banalidad diegética o en la pasarela mediática. Ya saben, los triunfadores del hoy y glosas perdidas del mañana.

Dejo el prefacio y vislumbro la rémora: mi admirado Vargas ha calificado como frívolo el premio Nobel a Dylan. Y yo discrepo. Porque un maestro no puede caer en dictámenes fáciles y afines a la ingenuidad (manipulación) literaria. Muchas de las letras de Dylan son formidables, únicas, reveladoras: poemas imborrables. Es el talento en estado puro. La originalidad. La brillantez de la metáfora electrizante y la percepción que solo los visionarios han tenido a lo largo de la historia de la literatura. De Melville a Joyce, de Homero a Conrad. Negarlo es situarse en el territorio de la opinión política, la misma que con gracejo inusual ha despreciado la narrativa de Vargas o la obra de Borges por simpatizar ambos autores con el conservadurismo. Carece de criterio literario aquel que pretenda negar la grandeza de ambos. Desde la literatura son irreprochables; aunque desde la corrección política sean pasto de las llamas, qué les voy a contar. Aquí se perdona todo, incluso escribir fruslerías, si estás donde políticamente tienes que estar (muy de izquierdas y similares).

Vargas ha juzgado erróneamente el Nobel de Dylan. Ha hablado de él desde un territorio impropio. No desde el ámbito literario. Tampoco escogió el maestro con solvencia el sustantivo empleado: frivolidad. Y menos después de publicar una novela tan horrísona como Cinco esquinas. Yo lo seguiré admirando. Lo leeré con la fidelidad y devoción de siempre. Y hasta le perdonaré una novela deplorable. Lo que ignoro es si podré perdonarle que menosprecie a Dylan. La literatura en la que Vargas ha militado y milita -literatura en verdad y no sucedáneo- no lo merece.