El amanecer de Trump

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

13 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Casi todos predecían -con el New York Times a la cabeza- la victoria de Hillary Clinton, pero esa confianza solo expresaba un deseo que se estimaba mayoritario. La realidad fue que ganó Donald Trump, y nos convendría saber por qué, entre otras cosas porque nos va a tocar lidiar con sus políticas inciertas y variopintas. Porque Trump es todo, menos una gran línea recta. Y su irrupción se produce en plena crisis del sistema. De momento, ha quedado claro que en EE.UU. aún no ha desaparecido una suerte de racismo. El presidente Obama, un hombre conciliador y honrado, fue en esto muy ingenuo. Supo ganar elecciones, pero fue un gobernante débil. Sirva de ejemplo que nombró jefe del FBI a un republicano radical, enemigo histórico de los demócratas. Para entender el resultado, habría que echar mano de la Filosofía de la Historia y estudiar el papel del resentimiento social. No cabe establecer comparaciones con el surgimiento del nazismo, pero la realidad es que en Estados Unidos los hombres blancos, sobre todo los de clase baja, van perdiendo la ilusión de tener «el monopolio del poder». Después de considerarse históricamente como «supremos únicos», ahora les están cogiendo miedo a afroamericanos, latinos y asiáticos, cada vez más numerosos. ¿Le dio esto la victoria a Donald Trump? No, no fue solo esto. También influyó, y mucho, la actitud siempre beligerante del candidato republicano, que no le perdió nunca la cara a su rival demócrata, Hillary Clinton, a la que identificó como defensora de todo lo que ponía en peligro el papel de Estados Unidos en el mundo (cuando el que muy probablemente va a poner todo esto en peligro es el ahora ganador). ¿Estuvo hábil Hillary en este punto? No. Una extraña confianza le vendó los ojos y le veló el discurso. Una lástima, porque cedió terrenos que estaban en disputa y que podían decantarse de su lado. Pero Trump, todo hay decirlo, tuvo mejor ojo y fue más listo. ¿Qué va a pasar ahora?, se preguntan los expertos. El público puede encontrar respuestas para todos los gustos. Pero en realidad lo que hay es desconcierto. Nadie sabe a ciencia cierta -ni siquiera Trump- por donde va a salir el sol de este nuevo amanecer. ¿O es un atardecer?