La hidroeléctrica, una energía no tan limpia

Juan Ramón Vidal Romaní LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

06 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Asumimos el benéfico papel de lagos y embalses contra la erosión, las inundaciones, para acumular agua en épocas secas y producir energía eléctrica. Pero el cambio climático ha cambiado dramáticamente la situación. Gracias a la lluvia, Galicia tiene sus ríos domados para provecho de empresas hidroeléctricas. Y a su costa marina une sus costas interiores, donde se navega (Ribeira Sacra) por un paisaje de ríos embalsados con embalses continuos, no solo en el Sil-Miño, sino en ríos menores como Xallas, Eume, Tambre, Navia. Se justifica, pues producen energía limpia y renovable, pero ahora ya no parece tan limpia.

Los embalses contribuyen aproximadamente a la producción del 1,3% del volumen total de gases con efecto invernadero: dióxido de carbono, nitroso y principalmente metano, debido a las bacterias subacuáticas que se alimentan de la materia orgánica arrastrada por los ríos y atrapada en los embalses. Estos gases son enviados a la atmósfera, siendo el metano treinta y cuatro veces más dañino que los demás. Y cada metro cuadrado de agua embalsada emite un 25 % más de metano de lo que inicialmente se pensaba, hasta 770 millones de toneladas más al año a nivel mundial. En Galicia ahora debemos añadir a la de los ríos la producción de sus neolagos: Touro y Arines, Vimianzo, As Pontes, Meirama. Corcoesto, de momento, no. Pero aún hay algo más: durante la época de las lluvias, los aportes de agua dulce debidos a los desembalses bruscos hacia las rías producen la acidificación instantánea de sus aguas, con los daños consiguientes en la producción marisquera de bivalvos. Un efecto que se incrementará con el progreso del cambio climático.