Ministros

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

04 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tendemos a tomarnos todo demasiado en serio. Uno de los mayores estropicios que ha provocado la propagación de lo políticamente correcto es que hemos perdido el sentido de la perspectiva. Todo, hasta una frase minúscula, nos parece de una gravedad tremenda y digna de réplica. Nos hemos vuelto solemnes y aparatosos, y por eso olvidamos que la mayor parte de nuestra existencia discurre por la superficie de las cosas. Somos epidermis. Los niños lo saben. Para un pequeño, el mundo se reduce a una acera, una parcelita de hierba, una alfombra. Un terreno de juego.

Es una paradoja. Creemos que somos los más modernos de todos los tiempos, porque hemos evolucionado hacia la frivolidad y la ligereza, y, en cambio, en cualquier paso atisbamos complejísimas maniobras y sesudas decisiones. Como si el azar, los errores y los titubeos no estuviesen detrás del extraño laberinto de las causas y los efectos.

Por eso, como yo sí creo en el azar, cada vez que oigo hablar de ministros me acuerdo de la gloriosa anécdota que cuenta Guillermo Cabrera Infante sobre el nombramiento de Ernesto Che Guevara como ministro del Tesoro de Cuba. En una de las primeras reuniones del gabinete revolucionario, Fidel preguntó si había algún economista en la sala. Al fondo, Ernesto Guevara levantó la mano y fue designado. Firmaba los billetes como Che. A pelo. Pero, según relata Cabrera Infante, al término del consejo se quedaron solos y Fidel le dijo:

-No sabía que eras economista.

-No lo soy, soy médico.

-¿Y entonces por qué levantaste la mano?

-Ah, entendí que preguntabas por un comunista, por eso levanté la mano.