La soberbia política

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

05 sep 2016 . Actualizado a las 00:26 h.

El pasado 24 de julio escribí en estas páginas un artículo titulado Terceras elecciones. Lo cerraba con las siguientes palabras, dirigidas a nuestros políticos: «Hoy como ayer, el enemigo más temido de la democracia es la demagogia. No caigan en ella. Miren sus votos y busquen acuerdos. Y sírvannos. Se trata solo de esto». Pues ya ven: ¡ni caso! Porque nuestros políticos (con honrosas excepciones) ni nos ven ni nos escuchan. Solo están pendientes de las cifras de sus votos y del auge de sus intereses.

Como periodista, llevo muchos años siguiéndolos con atención y he tenido la fortuna de gozar de la estima de algunos de los más relevantes. Pero algo se ha alterado y, de repente, todo figura distinto, como si alguien le hubiese puesto barreras a la inteligibilidad de los procesos políticos, con desdoro del respeto que nos deben sus líderes. Sus mentes parecen ahora atiborradas de cálculos y de estrategias que las abotargan. Por eso es inútil que rechacemos o no unas terceras o unas cuartas elecciones. Solo valdrá lo que a ellos les convenga. ¡Y el que más chifle, capador!

Escribo todo esto desde la frustración, porque creo que no debería notarse tanto su escaso respeto por nuestros criterios o voluntades. Pero es lo que hay. Un día le oí decir a Felipe González que para acertar había que tener buen oído (y él lo tenía, por cierto). Pero mucho me temo que eso del buen oído ha pasado de moda, como está acreditando Pedro Sánchez, que ya solo se escucha a sí mismo.

Y es que uno de los grandes pecados de los políticos es la soberbia, que los ciega en demasiadas ocasiones. Lo dijo bien Juan de San Martín, libertador de América junto con Simón Bolívar: «La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder». En esta burbuja de prepotencia chapotean ahora nuestros líderes.

La realidad es que nuestros partidos lo han enredado todo (unos más que otros). Podríamos estar ahora ante un pacto PP-PSOE-Ciudadanos o ante otra combinación, y todo sería armónico. Pero no. Apareció el rudo encono cainita y ya lo que más importa es la demolición del adversario. Una lástima.