Corresponsal en el futuro: Galicia 2049

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar EL SÍNDROME G

OPINIÓN

26 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El discurso de ayer de la presidenta Jennifer Pozas no tomó a nadie por sorpresa. Desde que  se pactó que cada comunidad autónoma se costearía sus gastos en nueve décimas partes, la suerte estaba echada. Lo que sí sorprendió fue la severidad de las medidas anunciadas. «Hace al menos veinte años que no podíamos haber seguido así -dijo, con tono grave-. Pagamos ahora las consecuencias de la desidia de quienes nos precedieron. En realidad, ningún país puede sobrevivir cuando a diario por cada niño que nace mueren cinco ciudadanos», sentenció.

La presidenta fue desgranando las medidas de choque a adoptar. Los 133 ayuntamientos aún existentes se verán reducidos, fusionando por ley los de menos de 5.000 vecinos en edad fértil. A su vez, anunció el despido de profesores, ya que la comunidad carece de fondos para costear una ratio profesor/alumno de 1/6. Las universidades se fusionarán en una nueva, pues suman la mitad de estudiantes que tenía la primera, y el fondo estatal de solidaridad de servicios básicos solo es aplicable a los estudios de los menores. También anunció la fusión de las provincias con menos de 50.000 ciudadanos en edad fértil. Por su parte, las Administraciones subsistentes se desharán de todos aquellos empleados innecesarios, comenzando por los que carezcan de obligaciones familiares.

En uno de sus momentos más emotivos, la presidenta Pozas recordó que ya no se podían esperar más transferencias para costear servicios sanitarios fuera del catálogo de mínimos cofinanciado por el Estado y la UE. Las prótesis de caderas empleadas en G no serán de igual calidad  y nuestros cirujanos cobrarán menos. La presidenta invocó su patriotismo para que no huyesen a otros servicios sanitarios mejor financiados.

«Queridos conciudadanos -prosiguió la presidenta-, tenemos que asumir lo que no asumieron nuestros antepasados, cuando hace más de sesenta años vieron cómo G envejecía por falta de relevo y miraron hacia otro lado. Fue una responsabilidad colectiva de la que gran parte desertó por necesidad, pero no pocos por cobardía, comodidad o cinismo. Nos dicen quienes ahora nos podían ayudar que llevamos muchas décadas sin ayudarnos a nosotros mismos. Yo no lo acepto, pero sí certifico que somos tan pocos y tan viejos que no podemos imponer otra solución. Así que apelo a las últimas energías vitales que nos quedan para ir rejuveneciendo G. Mi Gobierno está valorando la posibilidad de limitar la salida de ciudadanos jóvenes y de primar los nacimientos con apoyos nunca vistos, como contratos públicos. Pero mientras no consigamos equilibrar el saldo vegetativo, tenemos que pedir un esfuerzo adicional a los jóvenes, incrementando sus cargas y creando un servicio cívico obligatorio para cuidar a nuestros ancianos sin familia».

Llegada a esta parte del discurso, comenzaron las revueltas estudiantiles. La policía tuvo que intervenir con dureza. Los manifestantes protestaban contra quienes querían imponerles una ley draconiana que ellos mismos nunca se aplicaron en su juventud.