La lógica del perdedor

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

22 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Me gustaría saber qué lógica ha seguido el perdedor Pedro Sánchez para negarse a negociar nada con el ganador Mariano Rajoy. Quizá no pueda perdonarle al líder del PP que le haya ganado las segundas elecciones aún con mayor margen que las primeras. ¡Así de nueva es ahora nuestra mezquina y oscura política! Y es que la cosa ya no va de programas ni de acuerdos. Va de venganzas, de rudos enconos y de ajustes de cuentas. La fecha del gran desafío ya está fijada: el 30 de agosto, debate de investidura de Rajoy.

Pablo Iglesias, líder de Unidos Podemos, le dijo un día a un miembro de la ejecutiva socialista: «Empezamos a ganar el día que el PSOE eligió a Sánchez en lugar de a Madina como secretario general». Yo creo que hay algo de esto en todo lo que está sucediendo, porque el líder socialista no ha dejado de dilapidar apoyos desde el mismo instante en que llegó a la secretaría general con su sonrisa a lo George Clooney (comparación que se le atribuye a Susana Díaz, que no se fía ni medio pelo de él, y cada día que pasa, menos).

En lecturas recientes he encontrado una frase de Alfonso Guerra que quizá lo aclara todo: «El problema de este chico -se refería a Sánchez- es que está en el PSOE, pero no es del PSOE». Es decir, es de sí mismo y de su pequeño y ambicioso círculo. ¿Y Susana Díaz? Guerra no entró en esto para no enturbiar, pero sí lo hizo el exministro Miguel Sebastián: «Está claro que Susana tiene un proyecto», dijo. Y ahí se plantó también. Porque casi todos los críticos desean acogerse al anonimato para decir lo que piensan. Uno de estos ha sido contundente: «Incluso si Pedro se convirtiera de repente en el mismísimo Besteiro, fracasaríamos. Y Susana, ¿qué quieres que te diga? Por lo no menos tiene autoridad y manda, y esto siempre ha gustado en el PSOE». Así estamos.

Quizá Pedro Sánchez debería leer a Jorge Luis Borges, el gran escritor que dejó de ganar el Nobel de Literatura por no callarse algunas opiniones que tenían en contra los vientos ideológicos de moda. «Enterémonos bien -dijo Borge-: una derrota nunca es un fracaso. Fracaso habrá, si acaso, cuando no somos capaces de asumir la derrota». Sánchez no ha asumido nunca su propia derrota y por lo tanto seguirá fracasando. Creo.