Hay que reconocerles la capacidad para sorprendernos. Cuando ya creíamos que habíamos visto todo tras los atentados de Madrid, Londres, París, Tel Aviv, Bruselas, Estambul, Nueva York o Bagdad, una vez más la realidad nos vuelve a golpear con crudeza. Decir que estamos consternados con lo acontecido en Niza es decir poco.
Y es que aprovechar la celebración del Día Nacional de Francia para causar un impacto de tal calibre en la quinta mayor ciudad del país, dotada de unas extraordinarias medidas de seguridad, prueba que los terroristas conocen muy bien dónde, cómo y cuándo golpear.
Si el informe publicado este mes por el Real Instituto Elcano sobre el Estado Islámico en España destaca que es en la provincia de Barcelona donde hay movilización yihadista y es en Ceuta donde se han llevado a cabo la mayor parte de las detenciones de España, en Francia son cinco los nidos terroristas: Toulouse, Lyon, el norte, la región de París y Niza. No es casualidad, pues, que algunos de los atentados más violentos de los yihadistas en Occidente hayan tenido lugar en Toulouse, contra un colegio judío en marzo del 2012; en París, en la sede de Charlie Hebdo, en un supermercado kösher y en la sala Bataclan y otras calles del centro de la ciudad en enero y noviembre del año pasado; en una empresa de gas de Lyon en junio; y este año, el asesinato de un comisario de policía y su compañera en Magnaville.
La sucesión de atentados y el informe de la comisión de investigación de la Asamblea Francesa de hace unos días han puesto en evidencia la descoordinación de los servicios de inteligencia y seguridad.
En España sabemos muy bien que es muy difícil evitar los atentados y mucho más organizarse para afrontar sus consecuencias. Es preciso emplear medios, recursos y dedicar mucho tiempo. Pero también sabemos que la unión hace la fuerza y que no ceder al miedo es la única forma de vencer al terror.