¿Existen reformas no reformistas?

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

15 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Una oposición que quiera hacerse acreedora del capital de confianza social suficiente para llegar al Gobierno va a tener que pertrecharse de propuestas y de objetivos sociales movilizadores. Propuestas y objetivos sobre los que habrá que hacer mucha pedagogía social, reclamando que los ciudadanos los tomen en sus manos, que abandonen su muy cómoda delegación en técnicos y políticos.

Tal sería la hoja de ruta parlamentaria -y social- de una oposición que quiera ser alternativa al previsible continuismo del próximo Gobierno en su salida neoliberal a la crisis. Una salida que esconde, bajo la alfombra del crecimiento del PIB, tanto un endeudamiento público galopante (que corroe los servicios públicos y nos deja a los pies de los caballos de los mercados financieros) como un capitalismo salvaje que destruye las clases medias y las relaciones laborales.

Para escapar de esa ratonera se hace imprescindible articular un movimiento social que se oponga al vaciado fiscal del Estado y a su abducción por los mercados. Reforma fiscal y blindaje social de la función pública. Con una reforma del sector eléctrico, y de la energía que transforme los actuales oligopolios, abra una competencia que reduzca los precios y no asuma el actual déficit tarifario. Que en el sector de la vivienda asuma la dación en pago y no lo haga con cláusulas abusivas, o que ponga a la Sareb al servicio del alquiler social y no de la especulación.

Que en la enseñanza y la sanidad refuerce su gestión pública (clausurando las goteras privatizadoras) para un acceso igualitario y al servicio de los usuarios (y no de otros agentes). Que en el sector financiero reduzca la creciente concentración y potencie la actual presencia pública, evitando nuevos pelotazos a cuenta del presupuesto.

Que asuma un sistema de financiación de las pensiones que no dependa en exclusiva de las cotizaciones, favoreciendo el relevo de los ocupados que se jubilan por nuestros jóvenes parados. En compañía de un sistema de protección social (desempleo forzoso o pobreza) que en un país cada vez más rico (con menos ocupados permanentes) puede -y debe- garantizar una renta mínima o salario social.

Que frente al consumismo y la obsolescencia eduque para vivir mejor con menos. O que se plantee en serio una movilidad alternativa al automóvil y al camión despilfarrador.

Que entre distintos colectivos (nacionales o sociales) asuma y refuerce los valores de la dignidad, la fraternidad, la autonomía y la igualdad. Y que descargue el ejercicio de la democracia de limitaciones que la deforman (financiación, ley electoral, referendos).

Que subordine el euro, la UE y la globalización al progreso social. Que evite que la libertad de mercado cabalgue sobre un catastrófico dumping social y ambiental.

Toda una hoja de ruta para no persistir en reformas y parcheados de un sistema que nos llevó del capitalismo salvaje al colapso, útil para anticipar, ilusionar y ganar confianza en un futuro distinto.