Pensiones: la hucha se agota, el gasto crece

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

05 jul 2016 . Actualizado a las 06:57 h.

El Gobierno ha sacado otros 8.700 millones de euros de la hucha de reserva para pagar la extra de junio a los pensionistas. Ya solo quedan 25.000 millones. A este ritmo, a finales del año que viene, con otras tres pagas extraordinarias por medio, se extinguirán los ahorros cosechados en la época de bonanza. ¿Qué pasará en el 2018? O mucho cambian las cosas y una legión de trabajadores con salarios dignos y bases de cotización como las de antes se incorporan al mercado laboral, o habrá nuevos impuestos para mantener a los jubilados -como ese que proponía Pedro Sánchez en la campaña electoral-, o volverá la motosierra a realizar estragos en el gasto público. O les quitamos las pagas extras a los pensionistas, o mutilamos la sanidad y la educación para abonárselas. Elijan ustedes entre lo malo y lo peor.

Pero pensemos en positivo, para que mis detractores no me cuelguen el sambenito de predicador de la catástrofe. Supongamos que el creciente déficit de la Seguridad Social solo es «coyuntural», como asegura el secretario de Estado del ramo. Supongamos también que en los próximos cuatro años se crean dos millones de empleos, como promete Mariano Rajoy. Pues ni siquiera así, en el mejor de los escenarios posibles, me salen las cuentas. Ni siquiera así, de no producirse un drástico cambio de modelo laboral, lograremos taponar el agujero del sistema.

A las cifras me remito. Ayer supimos que más de 98.000 trabajadores se dieron de alta en la Seguridad Social durante el mes de junio. Grata noticia, sobre todo para ellos, pero también para los 9,4 millones de perceptores de pensiones contributivas que en gran medida viven de sus cotizaciones. La nómina actual de afiliados -17,76 millones en junio- ya supera la del año 2010. El problema reside en que la recaudación por cuotas crece menos que la afiliación y el gasto en pensiones, mucho más. El agujero se agranda y la hucha se agota.

Comparemos los años 2010 y 2015. Había casi el mismo número de afiliados, pero los ingresos por cotizaciones descendieron en 5.000 millones: un 4,7 % menos. Y el gasto en pensiones contributivas aumentó en 12.440 millones: un 13 % más. Cayó la recaudación porque los nuevos trabajadores perciben salarios misérrimos o trabajan por horas. Y subió el gasto porque creció un 7,6 % el número de pensionistas y un 14,9 % la cuantía de la pensión media, ya que los nuevos cobran más que los antiguos como corresponde a las mayores aportaciones realizadas durante su dilatada vida laboral.

Dice Tomás Burgos, secretario de Estado de la Seguridad Social, que el déficit del sistema se debe a la «pérdida masiva de afiliados». Esto era verdad hace años, pero ya no. Recuperar los veinte millones de empleos de la época dorada no garantiza que el sistema de pensiones recobre la salud de entonces, que permitía pagar las pensiones y llenar la hucha de reserva con el dinero sobrante. El dilema de hoy es otro: ¿cómo sostener con sueldos indecentes un sistema de pensiones decentes? No, no se puede.