Lo mejor que puede hacer Pedro Sánchez es desaparecer, esconderse y no volver a casa hasta que llegue Navidad. Porque a nada que asome la cabeza le va a llover tal cantidad de problemas, de imposible solución, que mejor le irá haciéndose el ausente.
Descartado lo de la gran coalición, una parte de los socialistas y un sector no menos importante de la sociedad, entiende que el PSOE ha de facilitar la investidura de Rajoy, que para eso ganó con amplitud el pasado domingo, frente a la otra que asegura que el pontevedrés nunca será presidente con el voto favorable o la abstención de los socialistas. Lo que se debate ahora mismo en Ferraz es cómo votar no, al mismo tiempo que se abstienen y que no se note mucho que se abstuvieron pero que se vea que no son ellos los que provocan unas terceras elecciones, pero tampoco los que mantienen a los populares en el Gobierno. Es decir, triple salto mortal con dos medio giros adelante y atrás y pirueta lateral, que decía el gran animador del circo de nuestra infancia. No es que los socialistas tengan un dilema, tienen un quintilema, y tomen la decisión que tomen saldrán dañados. Porque es imposible decir que no al tiempo que por lo bajinis se dice sí; lo mismo que lo es abstenerse sin que se note. Ya dijo Talleyrand que «lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible». Solo con un milagro sería factible votar no y abstenerse al mismo tiempo, pero Sánchez sabe mucho de milagros porque milagro es que haya llegado indemne hasta aquí.