Que no nos amarguen los británicos la vida, que bastantes dolores de cabeza tenemos aquí con Fernández Díaz y la jornada electoral de mañana como para estar sufriendo por los demás. Veamos el resultados del brexit con optimismo, dejémonos de lamentos y saquemos un par de conclusiones. La primera. Lo que han hecho los británicos es decir que esta Europa no les gusta, que es lo que decimos la mayoría de europeos y europeístas, aunque sin referendo. El resultado de la consulta debe hacernos ahondar en los defectos y mal funcionamiento de un proyecto y unas instituciones que son incapaces de avanzar y de resolver los problemas más acuciantes, como la vida de millones de personas, o un austericidio injustificado. La UE mantiene defectos de forma y de fondo que solo una crisis profunda puede solventar. Y este puede ser el comienzo de ella. Ayer mismo Hollande ya habló de crear una nueva Europa. Así que lo mismo nos viene bien.
Muy optimistas fueron quienes pensaron que arruinándonos con la austeridad y con la crisis de los refugiados todos los días en los telediarios, alguien iba a apoyar esta Europa, hecha a la medida de las necesidades de cada uno. También de los británicos, que cubrieron un recorrido lleno de boicots y que no se distinguieron precisamente por su solidaridad. Aunque el brexit no es lo acertado, puede ser el principio de la solución. Y la segunda conclusión. La dimisión de David Cameron. En diferido, pero dimisión. No miro para nadie.