Fantasías lúdicas

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

29 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Juego al cupón desde tiempos inmemoriales, nunca me ha tocado nada pero sigo jugando. Mi madre lo compraba añadiendo la coletilla solidaria y exculpatoria del «así ayudamos a los ciegos». Aunque quiero pensar que mi rutina del cupón es por esa buena causa, no puedo engañarme y fantaseo con que un día me toque y hacer cosas estupendas. Comprenderán por qué me siento desorientado cuando veo que la ONCE se ha adaptado a los tiempos consumistas y ofrece tal cantidad de juegos que ya no me tiene chiste ser mecenas de los ciegos, pues me parece un abuso y un exprimir el deseo de la gente. Mi vida y mis fantasías son como la de todos pero a mí no me la cuelan dos veces. Soy de los que asumen que hacer el amor en la bañera y desayunar ostras con champán solo es agradable en el cine. Una vida igual que los que sienten la misma decepción al comprobar que las sábanas de seda -aunque muy voluptuosas y satánicas- son resbaladizas, frías y un coñazo de planchar.

Los que gruñimos cada vez que llenamos el tanque, hacemos la compra, pagamos las multas, los impuestos y tasas por todo, tenemos una vida muy parecida. Una vida a la que no le quedan bien tantos complementos. Todos somos esa mayoría silenciosa que soporta estoicamente las acometidas de una publicidad inmisericorde empeñada en espolear al deseo y hacerte jugar a todo lo que se les ocurre tras el espejismo de alcanzar una fantasía. Y es que algunos piensan que es normal que los chicos salgan de fiesta con la pajarita puesta y brindando con Martini; que las chicas bajen del bólido con esos taconazos perfumados de adjetivos sugerentes, o que es lógico vivir en una casita con un niño angelical y dos perritos golden a los que les queda muy bien el cochazo del garaje. Fantasías lúdicas. Muchos hacen el agosto aprovechándose de que el ser humano es insaciable en su deseo y un jugador nato -Homo ludens lo llama Huizinga-. Desde Adán hasta el Alekse Ivanovic de Dostoievski, todos los grandes jugadores han sido y son grandes perdedores porque todos apuestan desde una carencia. El ser humano es un ser repetitivo en las cosas que le hacen gozar; siempre repetimos buscando conseguir el goce definitivo pero este no llega nunca, salvo con el descanso eterno. Este es el motivo de muchas ruinas y sobredosis y el motivo por el que los franceses al orgasmo le llaman la petite morte. No se confundan -a pesar de lo que digan juegos y anuncios- lo único auténticamente revolucionario en estos tiempos es no consumir. Y jugar lo justo sin alimentar fantasías inútiles.