El fotocol

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

28 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Andaba un servidor viendo distintas ediciones del periódico cuando un título en gallego lo sorprendió: «Música e fotocol para lembrar a Manuel María en Carballo». Si el poeta de la Terra Chá levantase la cabeza, posiblemente no se sentiría en su ambiente al verse en un fotocol, voz que no pertenecía a su repertorio léxico. Pero los tiempos cambian una barbaridad y hete aquí un invento al que parece darse el mismo nombre en gallego y en castellano: fotocol.

 Habrá que aclarar, por si todavía algún lector no ha caído en la cuenta, que se trata de lo que en ambientes televisivos y glamurosos llaman photocall, compuesto inglés de las voces photo 'foto' y call 'llamada'. Pues bien, se da ese nombre a una especie de escenario o fondo de escenario en el que personajes y personajillos con más o menos pretensiones posan ante los fotógrafos de prensa. Deportistas, actores, aristócratas de medio pelo y de pelo entero, y hasta políticos acceden a mostrar su perfil más atractivo antes de incorporarse a algún evento, pobre denominación que se aplica tanto a un estreno cinematográfico como a un cóctel para inaugurar una exposición. 

El photocall fue llamado así hasta que el pueblo llano reclamó su espacio en la pasarela y lo convirtió en fotocol. Los iconos de marcas de cerveza, compañías de seguros y aguas sin gas fueron sustituidos por motivos menos publicitarios y adornos, y el decorado quedó a disposición del respetable en lugares como las bodas, donde cualquier invitado podía hacerse las fotos de recuerdo, bien con su señora bien con una parienta política a la que no veía desde hacía tiempo y que lucía en esa ocasión un esplendoroso palabra de honor.

Ahora, fotocol designa tanto el escenario como la sesión fotográfica. Algunos entendidos creían que se debería evitar y recurrir a una palabra con tradición en español y propia de los ambientes teatrales, forillo ('telón pequeño que se pone detrás de una abertura del decorado'). Pero las cosas, como se ha visto, han ido por otros derroteros. Quizá el primer paso lo dio un estudio fotográfico madrileño que empezó a ofrecer a principios del 2001 «Vídeo de boda, fotocol y fotomatón». La mecha prendió, aunque todavía no ha tenido eco en los diccionarios.

Se recurre ahí a una de las formas de ampliar al español con recursos de importación: el préstamo. Consiste este en la adaptación fónica y morfológica de una voz extranjera a las reglas fonológicas y gráficas de la nuestra: el whatsapp se convierte así en wasap o guasap, el baseball en béisbol, y el photocall, que se pronuncia [fotokól], en fotocol. Por el camino han quedado photocol, fotocool, fotocall y otros frutos fallidos de la siempre fértil y a veces asilvestrada imaginación popular.