Una abrumadora mayoría de los españoles estamos hartos de la situación política que atraviesa nuestro país. No deseábamos unas nuevas elecciones, pero eso poco pareció importarle a aquellos que podían haberlas evitado por el simple hecho de haber cedido un poco cada uno. A pesar de que prometen una campaña austera, se calentarán a medida que esta avanza, y no bajaremos, ni de lejos, de los cien millones de euros. Ninguna de las cuatro principales formaciones va a obtener votos suficientes para gobernar sin pactos, por lo que nos espera un verano no muy distinto al pasado invierno. Un auténtico infierno. Si los resultados del 26J van a resultar, tal y como indican las encuestas, más o menos igual que los del 20D, ¿pretenderán los señores Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera condenarnos a otra buena temporada con un Gobierno en funciones? Sinceramente creo que sí, aunque eso no hay país que lo resista. Los inversores foráneos no quieren ni oír hablar de invertir un euro en una España inestable políticamente y donde la incertidumbre campa a sus anchas. Tal es la ambición de nuestros cuatro magníficos, que estirarán el chicle al máximo, importándoles muy poco lo que los electores pensemos y padezcamos. Exclusivamente se miran su ombligo, sin importarles lo más mínimo si fulanito va a ser desahuciado o si le van a cortar la luz. Si tuviéramos un Gobierno como es debido las cosas podían ir mucho mejor. Y la culpa de que eso no ocurra no es de la ciudadanía por no votar mayoritariamente a una u otra formación. Solo faltaría. Los culpables tienen nombre y apellidos. Y una ambición desmedida.