La última lección de Mario Conde

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

12 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Antes de que se apague el estruendo provocado por los papeles de Panamá, en los que figuran miles de renombrados usuarios de paraísos fiscales, va la Guardia Civil y detiene a Mario Conde, quien al parecer llevaba meses repatriando el botín que escondía en Suiza, fruto del saqueo de Banesto. Si yo fuera adicto a las teorías conspirativas pensaría que ambos casos guardan relación de causa-efecto: puesto que la jauría acosa a presas selectas -la infanta Pilar de Borbón, el cineasta Pedro Almodóvar, el ministro Soria y demás patriotas salpicados por el escándalo-, alguien decide apaciguar los perros con los huesos del exconvicto. Y así, mediante esa maniobra de distracción mediática, estrategia bien estudiada por Noam Chomsky, olvidamos las grietas del sistema puestas en evidencia por los papeles de Panamá y concentramos la indignación en la engominada efigie del exbanquero, al grito de que vuelva a la cárcel hasta que devuelva el último céntimo que robó.

Ni padezco de conspiranoia ni Mario Conde figura en mi santoral particular, pero sí comparto la última lección que, a propósito de los papeles de Panamá, impartió el ex de Banesto en el programa El gato al agua. Acusó a los Gobiernos occidentales de cinismo y de hipocresía cuando hablan de eliminar los paraísos fiscales. Los critican con la boca pequeña, pero los bendicen y los promueven. Y los utilizan los prebostes, sin distinción de razas ni de credos políticos, solo vedados a quienes no tienen donde caerse muertos. Son los prostíbulos de alto standing del capitalismo financiero, metáfora apropiada porque en ellos se garantiza el anonimato del cliente y se facilitan, ya que no servicios sexuales, rebajas fiscales.

En 1991 el Gobierno español tuvo una ocurrencia inédita e irrepetible: publicó en un decreto el listado de 48 paraísos fiscales. Produce sonrojo examinar la relación. En ella figuran dieciocho países o centros offshore incrustados en la piel de la vieja Europa. Con tres de ellos compartimos moneda: Luxemburgo, Chipre y Malta. Cuatro son microestados y macrobancos: Liechtenstein, Andorra, Mónaco y San Marino. Vienen después nueve satélites de la City londinense: las islas del Canal y la isla de Man, Gibraltar y los seis territorios británicos de ultramar. Y se cierra la lista con dos refugios caribeños donde ondea la bandera de los Países Bajos: Aruba y las Antillas Holandesas. ¿Puede alguien creerse, a la vista del mapa del tesoro, que los países europeos se proponen limpiar esas letrinas?

Dijo también Mario Conde otra verdad como una basílica: los Estados occidentales presionan a la clase media con los impuestos y permiten a las clases altas usar los paraísos fiscales. Claro, por eso tenemos el déficit que tenemos. Y por eso, amigo lector, los euros que usted pagó a Hacienda y que creía destinados a fomentar la cultura y el cine de Almodóvar, acabaron consumiéndose a la sombra de las palmeras en algún paraíso fiscal del Caribe. Lo dice Mario Conde, que de este asunto sabe un huevo.