La irracionalidad de los atentados terroristas

OPINIÓN

28 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Escribo desde la serenidad de la Semana Santa, golpeada por los atentados terroristas en Bruselas, que han dejado su macabra firma en muertos y heridos y alteraron la pacífica convivencia. La reacción de solidaridad de los ciudadanos por el dolor causado y la repulsa generalizada es un cuadro, por desgracia, conocido. Aunque las técnicas de los terroristas son simples, estos atentados, como los de París, tienen una autoría más organizada que los de Bin Laden; corresponden a un auténtico Estado, con todos los elementos que lo definen, y que se configura como un Califato. Los atentados, en ese sentido, pueden entenderse como acciones de guerra, pero no solo contra Occidente. No es la confrontación islam-cristianismo, aunque no ha de desconocerse una componente religiosa radicalizada. Se asesina a hermanas de la Caridad, de la Madre Teresa de Calcuta, y acciones similares se perpetran en ambientes de mayoría musulmana. Siria es una muestra de la complejidad del problema, en la que se evidencia la confrontación entre las dos ramas fundamentales del islam y las divergencias y compromisos políticos de Rusia y Estados Unidos y la UE en la región. Es patente que se precisa una más efectiva cooperación de los Estados, dentro y fuera de la UE, para afrontar ese desafío bélico que se lleva a cabo por medios que nada tienen que ver con anteriores guerras. Responder con acciones propias de estas, aunque sean más sofisticadas, no es la solución definitiva. Habría que recordar las consecuencias desestabilizadoras que ocasionó la reacción por el atentado de las Torres Gemelas.

En aquel suceso me llamó la atención que quienes llevaron a cabo el atentado habían vivido y adquirido su formación profesional en el mundo occidental que atacaban. No eran unos fanáticos ignorantes. Cualquiera que sea la formación de quienes atentaron en Bruselas, se trata de ciudadanos europeos que han desarrollado su vida en ambientes marginados. Es cierto que esa sociedad que han atacado de un modo criminal se inspira en principios democráticos de libertades y derechos fundamentales; pero también lo es que en ella existen irritantes desigualdades y toda la reata de comportamientos negativos que se cobijan bajo la manta de la corrupción, que son motivo de crítica y desapego. Es en esta sociedad, un tanto pagada de sí misma, con valores gastados o desnaturalizados o menospreciados, cuando no ridiculizados, donde se recluta a esos activistas. Invita a una reflexión.

Los terroristas eligieron el corazón de la Unión Europea, cerca de donde se asientan sus órganos rectores, para mostrar la irracionalidad injustificable de su acción. En este Domingo de Resurrección escucho en la sinfonía de Beethoven lo escogido como himno de la UE: «Todos los hombres son hermanos», un eco del mandamiento nuevo de la última cena del Señor con sus discípulos, que interpela el vaivén del comportamiento europeo para buscar una mínima cobertura legal al drama de los refugiados.