Ángel fieramente humano

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

27 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de los poetas que más íntimamente me conmovieron en la edad de la poesía fue Blas de Otero. Yo venía de Machado, de Federico y de Neruda, y estaba a punto de caer en los brazos duros y leñosos de León Felipe, que llegaba de la mano de un gallego estrambótico, cosmopolita y encantador, Alejandro Finisterre. La literatura y los versos que venían del exilio -incluso los versos dramáticos del payaso de las bofetadas- traían el aire exótico del que idealiza la distancia y se contamina por ultramar, mientras que los del veintisiete nos transportaban a ese extraño y exótico país que era la España de antes de la guerra. Pero Blas de Otero era de aquí, escribía desde la vuelta de la esquina, como Leopoldo Panero o Jaime Gil de Biedma. Aunque Panero, claro, era un poeta del imperio, de Franco y del Cid, mientras que a Blas de Otero le interesaba la gente -ángeles con alas de cadenas- y también la luz -mademoiselle Isabel, rubia y francesa-. Y a mí, ya lo he dicho, me deslumbraba. Recuerdo haber compaginado sus versos y su prosa poética -Historias fingidas y verdaderas- con la lectura de la Saga/fuga de J. B., de Torrente Ballester, y haber sentido que vivía en el país que escribía la más moderna, la mejor literatura del mundo? y solo era la España de los años setenta.

Pues hace apenas unos días, Blas de Otero cumplió cien años. Y como creo firmemente que además del yoga y el pilates, para curarnos el dolor de espalda es más necesaria que nunca la poesía, les recomiendo su lectura.