Turquía: cuando el enemigo es uno mismo

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

22 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Turquía se ha convertido en un objetivo terrorista reiterado desde el atentado del 20 de julio del 2015 en la localidad sureña de Suruç. Reivindicado por el Daesh, su comisión, sin embargo, le sirvió de excusa al Gobierno de Ankara para iniciar una sangrienta persecución contra los kurdos, con los cuales se había pactado una tregua dos años antes. A pesar de que muchas de las víctimas de ese atentado eran kurdas, el Gobierno se escudó en su lucha antiterrorista para iniciar bombardeos masivos contra las posiciones del PKK -el Partido de los Trabajadores del Kurdistán de Turquía- y de la YPG -las Unidades de Defensa de Siria- sin tocar los emplazamientos del Daesh, su aliado no confeso.

Con los atentados de Ankara del domingo 13 y el del pasado sábado en Estambul ya son seis los ataques graves en Turquía en menos de un año. Pese al cerrojazo informativo y al bloqueo de las redes sociales, es materialmente imposible obviar la sensación de inseguridad creada por estos hechos y el agravamiento de la inquietud entre los turcos, cada vez más divididos política e ideológicamente. Turquía tiene demasiados frentes abiertos, no solo en el foro interno con la disensión política, la persecución al movimiento Gulen -anterior aliado de Erdogan- y sus afines, y la lucha contra los kurdos, cuyo fortalecimiento y posicionamiento democrático a través del HDP tanto teme, sino también en el externo, con el enfrentamiento táctico con Rusia, el principal aliado de su enemigo Bashar al Asad y, ahora, la crisis de los refugiados, de cuya desgracia quiere sacar tajada.

Si la distracción kurda le ha reportado algunos apoyos internos, la inseguridad solo se los está restando. Erdogan debería recapacitar sobre quién es su verdadero enemigo y quizás mirarse en el espejo.