Lituma en la calle Alcalá

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

13 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece ser que el pasado lunes, en la presentación de la nueva novela de Mario Vargas Llosa en Madrid, había bastante prensa del corazón... y Elena Benarroch. Escribe el escritor japonés Alberto Olmos en su blog Mala fama una crítica muy ingeniosa en la que defiende la vocación del escritor aunque ahora lo sea de novelas malas. Yo soy lector de Vargas Llosa, y lamento que el peruano no quiera ya enfrentarse a un desafío literario; ni siquiera se exija a sí mismo la calidad de sus obras menores como La tía Julia o el Palomino Molero. Porque mi afición a la literatura debe mucho al este escritor. Y además me parece de catetos el chismorreo sobre la vida privada de las personas, del que por cierto no se libran Shakespeare ni Cervantes. Pero Vargas Llosa, como bien dice Olmos, ha sido además de un gran escritor algo más insólito: un escritor generoso. Y un escritor no sectario. Admirador de la buena literatura. Por eso es uno de los mayores expertos en su compatriota comunista José María Arguedas, y por eso atiende al querido y remoto muchacho sabatino que todos los escritores consagrados acarrean. Y uno piensa que el autor de Los jefes, una novela ya tan remota, puede como Rulfo dejar de escribir, o puede escribir lo que le dé la gana.