El baile de las manos tendidas

Jaime Miquel
Jaime Miquel LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

07 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Votaron las personas el 20D y los líderes políticos se pusieron las pelucas, se pintaron los lunares en las mejillas, se metieron los pañuelos en las mangas y comenzaron a pasear. Lucieron sus trajes y sus modales hasta el día 17 de enero, la víspera de su primera ronda de contactos con el rey. Fueran ganadores, perdedores, nuevos, viejos, uninacionales, plurinacionales, de derechas o de izquierdas, coincidieron en una idea: los ciudadanos nos han encargado que nos pongamos de acuerdo. Metroscopia confirmó que estaban en lo cierto ese mismo día. El 61 % de los entrevistados en su encuesta consideraron bueno que ningún partido hubiera alcanzado la mayoría absoluta, los mismos que esperaban acuerdos entre los políticos para investir un presidente. Por el contrario, el 33 % pedían repetir las elecciones, un dato que orienta sobre los límites de la agrupación del voto, o en qué medida la repetición de los comicios actuaría como segunda vuelta.

Los líderes del PP, el PSOE, Podemos y Ciudadanos manifestaron su disposición a cumplir la voluntad de la mayoría social, aunque cada cual vetando al menos a uno de sus rivales. Pedro Sánchez ya nos había dicho que lleva tatuado un «no pactaré con el PP»; pero tampoco con los independentistas, agregaban una y otra vez los barones de ese partido, porque nos matan, llegó a decir el extremeño. El PP y Ciudadanos también estaban dispuestos a entenderse con todos, pero no con quienes quieren romper España, como los radicales, chavistas, colectivistas, populistas, frikis y antiespañoles de Podemos, además de los independentistas, sediciosos y secesionistas vascos y catalanes. Como estas cosas suelen ser recíprocas, los posibilistas y sus confluencias también se postulaban para alcanzar acuerdos con quien hiciera falta, excepto con el PP y sin Ciudadanos, porque somos antagónicos, aunque nos llevamos muy bien con Albert Rivera.

Atenazados por todo tipo de prejuicios, en lugar de atender la voluntad de las personas, se pusieron a bailar. Todos importantes, arrogantes y condescendientes, nos entretienen, desde entonces, con el baile de las manos tendidas. El sí pero no del que participan se aleja del mandato que dicen entender, y todo se transforma en un baile de salón donde cada cual, conservando su posición, sonríe y tiende la mano, dando un pasito atrás. Al principio es vistoso y entretiene, pero se hace largo y aburrido. Sobre todo porque todo el mundo sabe lo que le han encargado a Pedro Sánchez. El encargo es investir un presidente con los votos del PSOE y Ciudadanos, lo que requiere la abstención del PP. La prueba de que es este, y no otro, es que la prensa de la derecha no pone el grito en el cielo ni nos habla de rey rojo. Quien se quiere cargar a Rajoy es el sistema. Quien está obligando al PP a abstenerse es el sistema, porque ya tiene una solución. Alternativamente, elecciones y volvemos a empezar para alcanzar la misma aritmética, aunque con menos PP, que le hizo jaque al rey, y menos PSOE.