Política con testosterona

María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

26 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Virginia Woolf cumplió 134 años ayer, 25 de enero. Como las figuras relevantes no mueren, celebramos su pensamiento y su obra sobre asuntos poco tocados en su tiempo, como los derechos, sentimientos y necesidades de las mujeres. Esta columna, que ya cumplió dos décadas, debe su nombre a la Habitación propia que la escritora británica reivindicaba para nosotras. Lo comprendí, mucho más allá de lo simbólico, al visitar la Casa Museo de Rosalía de Castro. Maruja Villanueva enseñaba la sencilla mesa, pegada a la ventana de un dormitorio infantil, donde la gran escritora hizo la mayor parte de su obra. Para llegar hasta allí, había que pasar por el imponente despacho-biblioteca de su marido. Muchas de las grandes obras de la literatura escrita por mujeres lo han sido en la cocina. Aún en nuestros días, para la sociedad patriarcal, ese sigue siendo nuestro lugar natural: la casa, el ámbito privado. Es así, incluso, en el mercado laboral donde la mayor parte de la oferta a la que podemos acceder tiene que ver con cuidados que venimos dando a nuestras familias desde siempre: atención a ancianos, enfermos y dependientes; educación en la infancia y adolescencia; vocación de servicio y volcarse hacia los demás... Es la doméstica causa que nos encierra entre paredes, que pueden ser reales o invisibles, pero con la misma función.

Hoy debemos gritar que en los primeros 25 días del mes de enero han sido asesinadas siete mujeres por sus parejas en nuestro país. La media se incrementa, pero no es una cuestión numérica. Es cómo lo percibe la sociedad, básicamente, a través de la opinión publicada. Por más que desde las organizaciones y pensadoras feministas se alerte sobre la injusticia con que se aborda la preocupación por estas muertes desde las esferas de lo político -y de lo público, en general- nuestras muertas lo son de ínfima categoría. Ni siquiera en estos momentos, cuando se está intentando llegar a un acuerdo programático de la izquierda para gobernar el país, se pone este asunto en los primeros lugares de la agenda. Está, pero no como corresponde.

Sobra testosterona en los órganos de poder de los partidos, sea cual sea su tendencia ideológica, aunque hay que reconocer que el primer político que repudió públicamente el machismo fue un socialista -que ahora no está de moda...- José Luis Rodríguez Zapatero.

En esta segunda transición democrática es imprescindible la lucha contra la violencia y por la paz entre sexos. Es violencia machista toda forma de discriminación por el hecho de ser mujeres. Sus expresiones más feroces son el asesinato, los malos tratos, la trata sexual... y la inacción. Queremos, ya, un compromiso firme con la legitimidad, justicia, derechos y defensa de nuestras libertades. Si Sánchez e Iglesias no son capaces de ponerse de acuerdo para gobernar, habrá que esperar un poco más. Y si lo son, que no se olviden de situar a este asunto en las primeras líneas de sus objetivos de gobierno. Estamos aquí. Nos están matando. ¿Acaso no nos veis?