Un bebé expuesto ante la Cámara

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

15 ene 2016 . Actualizado a las 11:13 h.

De los diversos actos teatrales que Podemos planificó con todo lujo de detalles para hacerse con la primacía mediática de la sesión constitutiva de las Cortes ninguno pudo resistir la competencia de la imagen de Carolina Bescansa con su pequeño de seis meses en el colo. La apuesta era segura y ni la diputada ni sus correligionarios lo dudaron: un bebé expuesto ante la Cámara (el Congreso) tenía todos los boletos para que otras cámaras, las de televisión, le dedicaran las tomas estelares del estreno, auténtico objetivo de Podemos. Como se trataba de ejecutar una performance (según la exacta definición de Gonzalo Bareño, en un diálogo en Vía V con Fernanda Tabarés), ¿qué mejor que un bebé con su mamá?

La actuación se le complicó a Podemos, sin embargo, a la hora de explicar qué pretendía, más allá del que era a todas luces su propósito: chupar cámara. Tanto que, mientras unos insistían en la normalidad de la cosa, otros proclamaban el carácter político de un acto que solo les faltó calificar de revolucionario. La coprotagonista de la polémica, la propia Bescansa, quiso zanjar el asunto al subrayar sus intenciones: «Es hora de visibilizar lo que hay en la calle».

Pues bien, creo que Carolina Bescansa, colega a la que aprecio desde hace muchos años, y, con ella, Podemos, se equivocan, de medio a medio, con un gesto mediáticamente irresistible, pero de muy dudoso carácter progresista. Y ello por dos razones: en primer lugar porque lo que se deduce del gesto de Bescansa no es, ni de lejos, «lo que hay en la calle». No: ella, como diputada, goza de un privilegio respecto al resto de las españolas con hijos muy pequeños, que, al contrario que Bescansa, no pueden llevarlos al trabajo.

Pero no se trata solo de eso: lo progresista no es reivindicar tal disparate, sino que haya, entre otras cosas, guarderías que permitan a los padres (mujeres y hombres) hacer compatible trabajar y tener hijos. Por ejemplo, una como la que Bescansa tiene a su disposición en el Congreso para dejar a su bebé. ¡Ya la quisieran para sí miles y miles de madres y padres españoles!

Lo demás es solo demagogia y mero afán de salir siempre en la foto. El Congreso sería una locura, si todos los diputados fuesen allí con sus pequeños. Y los pequeños acabarían odiando a sus progenitores si les obligaran a compartir horas de su infancia con sus señorías en lugar de con sus compas.

El gesto de Bescansa es Podemos en estado puro: de un lado, la obsesión por dominar los medios de comunicación hasta extremos patológicos (¿cuántos de ustedes se hubieran prestado a utilizar a sus hijos con similar finalidad?); de otro, el convencimiento de que el mundo ha empezado con Podemos y que todo lo anterior era basura. Por eso, alguien debería contarle a Iglesias y a los suyos cuál era la situación de las mujeres en España en 1977 y lo que, para mejorarla, han hecho desde entonces, entre otros, los partidos y las instituciones de la casta.