Ya quedan pocas jornadas para la cita electoral del 20D, y a pesar de ello un tanto por ciento considerable de los españoles no tienen decidido su voto. Los candidatos, más que sus programas, se lo ponen difícil al elector. Iglesias, animal mediático por excelencia, está que se sale vendiendo humo. Después de tantos meses preparando esta cita a base de mercadear con milongas, solo le creen los que se empecinan en dar veracidad a sus utópicas, y por ende, inalcanzables promesas. Rivera se empeña en agradar. Con muchos lo consigue. Pero es evidente que todavía le falta un hervor para aspirar a ser algo más que una mera comparsa de un PP o PSOE en el Gobierno. Sánchez asiste nervioso a lo que sabe que es su particular canto del cisne como candidato a ocupar el palacio de la Moncloa. Hacen falta muchas tablas, y no solo el aspecto del perfecto yerno, para optar a tan alta responsabilidad. En cuanto a Rajoy, su criticada a la par que inteligente política del avestruz lo ha mantenido en un cómodo ostracismo del que saldrá el próximo lunes para intentar hundir todavía más a Pedro Sánchez. España está sin socialdemocracia, y eso me aterra. En anteriores elecciones, quien deseaba esa opción votaba al PSOE. Hoy en día, quien vote al PSOE votará indefectiblemente a los asesores de Chávez, y eso me aterra aún más.