Toma, Mariano, este pouquiño perexil

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

29 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A la creciente presión de Pedro Sánchez para que Rajoy «se moje» sobre la ayuda que España debe dar a Francia en su lucha contra el ISIS, presión gregaria de la del periódico bajo cuya influencia actúa el PSOE, se ha unido finalmente Albert Rivera, que también exige una posición clara y tajante, y acusa al Ejecutivo de hacer un uso electoral del terrorismo por no decidir antes de las elecciones generales.

Todos persiguen, claro, un objetivo, no por hipócrita menos evidente: forzar al Gobierno a adquirir un compromiso que luego ellos mismos, o sus terminales mediáticas, sindicales o intelectuales, puedan utilizar para poner a caldo a Rajoy durante la campaña electoral, justamente por hacer lo que ahora se le exige con cínicos golpes de pecho patrióticos. Su actitud recuerda a la de aquel chimpancé que, en una viñeta de Cousas da vida de Castelao, ofrecía a un loro perejil («En proba de ademiración e de amor toma este pouquiño de prixel»), sabiendo que el perejil es un veneno mortal para los loros.

¿Debe tomar ya el Gobierno decisiones militares en la lucha contra el ISIS? Lo primero que ha de subrayarse a ese respecto es que resulta poco coherente que el PSOE y Ciudadanos defiendan que la lucha contra el yihadismo tiene que centrarse en las labores policial y judicial y en la coordinación de la labor de inteligencia entre los Estados democráticos -ámbito en el que el Gobierno afirma estar comprometido como el que más, sin que nadie lo haya puesto en duda- y que luego afeen a Rajoy falta de decisión en lo que no queda más remedio que suponer que es la lucha militar: por eso Ciudadanos y el PSOE, tan exigentes, deberían aclarar qué tipo de colaboración militar y qué grado de compromiso debería, en su opinión, tener España.

Pero no se trata solo de eso, sino de algo más y de gran peso. ¿Es, ya no legal, sino políticamente prudente que un Gobierno que entrará en funciones dentro de 21 días, tras las elecciones generales, adopte una decisión de tanta envergadura como es la de implicarse militarmente (pues de otro modo ya lo está) en un escenario de conflicto? ¿No resulta sospechoso que el mismo Sánchez que negó radicalmente al Gobierno hace dos meses legitimidad para impulsar la reforma de la ley orgánica del TCE por estar a punto de concluir la legislatura quiera ahora empujarlo a tomar una decisión mucho más trascendental?

Para su desgracia, la de su partido y, si llega el caso, la de España, Sánchez sigue la senda de su antecesor en la secretaría general del PSOE. También en esta esfera: Zapatero logró centrar una campaña electoral en la salida de las tropas españolas de un conflicto militar, mientras Sánchez pretende repetir la jugada, pero apostando ahora por una confusa implicación. El rasgo común de ambas acciones no ofrece duda alguna: el más descarnado e irresponsable oportunismo.