Francisco inicia mañana otro viaje apostólico: Kenia, Uganda y la República Centroafricana. No voy a negar la importancia que a nivel local tiene esta visita. El papa quiere llevar un mensaje de paz y reconciliación a unos países muy maltratados por la pobreza extrema y por la guerra, sobre todo este último. Quiere manifestar, una vez más y con un gesto valiente (su seguridad no está garantizada), su cercanía con los que sufren, alentar la esperanza y contribuir al cambio social. El cristianismo no es una fuga mundi. Sin embargo, esta vez creo que el papa se equivoca. Lo que se multiplica tiende a devaluarse. Después de su trascendental viaje a Cuba y Estados Unidos, pienso que es la hora de aplicarse muy a fondo en las urgentes reformas del aparato eclesial y de profundizar en las enseñanzas que ha impartido a través de esos dos grandes documentos que son Evangelii Gaudium (2013) y Laudato si (2015). En concreto, tiene que apurar los nombramientos episcopales para conseguir unos prelados líderes y que le ayuden en las reformas emprendidas (en el caso de España esto es bien claro). También tiene que dar pasos concretos y decididos en la revisión de la moral católica en lo relativo a la sexualidad y la defensa de la vida. Eso necesita tiempo y energía. No vaya a sucederle lo que a Juan Pablo II, que en esas cosas cedió mucha de su responsabilidad a sus colaboradores, con el resultado que todos ya conocemos.