¿Economía con alma? ¡Pero qué tontería!

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

03 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Siento debilidad por el ministro Montoro. Si un día desaparece del Gobierno, ya nada será igual. ¿En qué fuente de inspiración beberá entonces este humilde cronista? ¿Quién le ofrecerá perlas cultivadas de este grosor: «¿Economía con alma? ¡Pero qué tontería es esa!», acicate suficiente para redactar una sesuda tesis doctoral sobre el darwinismo económico como sistema des-almado? ¿Quién, si no él, denunciaría la estupidez que significa levantar una barrera entre la macroeconomía -la que habla de crecimiento, demanda agregada o balanza de pagos- y la microeconomía -el mundo del consumidor y de la empresa, del trabajo y de los mercados- o concluir que aquella marcha viento en popa y esta está hecha unos zorros?

Lo necesitamos para que nos aleccione, nos corrija y nos reprenda. «¡Si hay alguien que conoce lo que pasa en la calle soy yo!», advirtió recientemente. Que nadie vea petulancia o chulería en su afirmación. Solo constatación de que el pan y la vida, la salud y la muerte, los temas que de verdad nos interesan, se sintetizan en los números que maneja quien gestiona el listado de contribuyentes y las estadísticas del INE, los registros del Servicio Público de Empleo y la Contabilidad Nacional. Él conoce la realidad no a través del runrún de la barra del bar, entre caña y confidencia, sino con la precisión de los guarismos y porcentajes.

Con ese mecanismo ausculta lo que se cuece en la calle: «Economía es el viaje de novios que se regalan hoy quienes no pudieron casarse en la crisis». Demostración inapelable, fundamentada en estadísticas sobre enlaces matrimoniales, de que las cosas mejoran. Por eso mismo huelgan los tres casos reales -solo los nombres son ficticios- que paso a exponer.

Antonio era transportista de una empresa radicada en la provincia de Pontevedra. Lo despidieron al entrar la economía en barrena. Cobró la indemnización, «capitalizó» la prestación por desempleo y se compró una furgoneta. Ahora ha vuelto a trabajar para la empresa que lo echó, pero como autónomo huérfano de derechos laborales. Pero esto Montoro ya lo sabe. Cuando llegó al Gobierno había 15,5 millones de asalariados, ahora hay 530.400 menos, pero unos 400.000 autónomos más. Antonio, entre ellos.

Luis, un joven investigador lucense, obtuvo la máxima calificación por su tesis doctoral sobre «geomorfología fluvial en los sistemas atlánticos». Acaba de ser calificada como la mejor tesis española en la materia, pero Luis solo encontró trabajo en Chile (sistema del Pacífico). Montoro sabe de qué hablo: la afiliación de jóvenes a la Seguridad Social cayó un 18,5 % -453.846 menos- durante sus años de ministro.

Alfredo perdió su trabajo en los últimos compases del mandato Zapatero y agotó la prestación en el ecuador del mandato Rajoy. Ha ingresado en dos clubes selectos en veloz expansión: el de los parados de larga duración y el de los parados sin cobertura.

Pero los ejemplos huelgan. El ministro sabe mejor que nadie lo que pasa en la calle.