Juego revuelto

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

03 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre las múltiples lecturas de las elecciones en Cataluña está también la que tiene que ver con el futuro de las denominadas candidaturas de unidad popular para las elecciones generales de diciembre. El mal resultado de la lista de unidad catalana se quiere utilizar por algunas fuerzas políticas para reafirmarse en la confortabilidad de lo viejo conocido abandonando así los proyectos de renovación más ambiciosos que en las elecciones municipales de mayo abrieron una vía de esperanza y de ilusión en mucha gente.

Esta es una posición tan interesada como errónea, porque una de las lecciones que se pueden extraer de las elecciones catalanas es que se mantiene más viva que nunca la enorme pulsión de las fuerzas emergentes, tanto en el campo ideológico de la derecha como de la izquierda. Los grandes triunfadores de estas elecciones han sido Ciudadanos en la derecha de ámbito estatal y la CUP en el independentismo más izquierdista, en detrimento tanto de Mas como de Rajoy. Y eso viene a demostrar que estamos en un nuevo ciclo político en el que el profundo deterioro de los partidos tradicionales lleva a una buena parte de la ciudadanía a buscar nuevos instrumentos que la representen mejor.

Y es aquí donde hay que buscar la clave del fracaso de la candidatura de Podemos e Iniciativa, en su incapacidad para formular una propuesta útil para la ciudadanía en unas elecciones inevitablemente polarizadas. Ante la pregunta central de unas elecciones extraordinarias, sí o no a la independencia, no se puede contestar que ni sí ni no. La indefinición fue la clave de la derrota electoral, mucho más que el nombre o el perfil del candidato, que tampoco ayudaron.

Pero de aquí no se puede deducir el agotamiento de una fórmula que triunfó hace pocos meses en las elecciones municipales. Al contrario, la lectura que se puede sacar es que los votantes eligen a las opciones políticas que les dan las respuestas que ellos consideran las adecuadas para sus problemas. Y que están cansados con los partidos tradicionales porque ya han demostrado su fracaso.

Por eso, es más necesario que nunca la articulación de una candidatura de unidad popular -en Galicia desde luego, pero en el resto del Estado también- que más allá de las fuerzas políticas y movimientos sociales y ciudadanos que las impulsen, se defina por un programa y unos objetivos que la ciudadanía, en especial la más golpeada por la crisis, los reconozca como una respuesta válida a sus preocupaciones y a sus problemas.

Si para intentar integrar a más lo que se hace es caer en la indefinición, el resultado irá en la misma línea que el de Cataluña. Si el debate se centra en lo identitario o en lo instrumental, todavía será peor. Si los partidos hacen del proceso de confluencia un campo de batalla, el fracaso está asegurado.

No debería ser tan difícil. Hace apenas seis meses fue posible construir candidaturas de éxito para las elecciones municipales, con Galicia en posiciones de referencia que nos señalan el camino.