La infinita sombra del tres por ciento

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

29 ago 2015 . Actualizado a las 15:12 h.

Ayer, un periódico madrileño madrugaba con la siguiente noticia: «Junts pel Sí (la coalición independentista) promete una Cataluña sin recortes ni corrupción gracias a Mas» y añadía que defiende la lucha de Mas contra la corrupción. Como si se tratara de un sarcástico desmentido, horas después agentes de la Guardia Civil registraban las oficinas de la Fundación CatDem, del partido del mismo señor Mas, la sede de esa fuerza política, un domicilio privado y cuatro ayuntamientos también regidos por Convergència Democrática de Catalunya. Todas las informaciones coincidían en que se buscaban pruebas de comisiones ilegales. No sabemos qué fechas se investigan: las que corresponden a la égida Pujol, al mandato de Artur Mas o a ambos períodos.

Sí sabemos que el rumor del cobro masivo de comisiones por la concesión de obras y servicios públicos es muy viejo. Tan viejo como aquella famosa frase de Pasqual Maragall a Jordi Pujol: «Su problema es el tres per cent». Desde entonces todo el mundo ha dado por supuesto que, para hacer algo en Cataluña, era preciso pasar por ventanilla. Otros muchos episodios de corrupción salpicaron al Gobierno convergente, con casos tan famosos y sonoros como el Palau, el fraude continuado del señor Pujol, los dineros de sus hijos y últimamente la detención de su amigo el señor Sumarroca, donde confluía la peligrosa mezcla de amistad, negocios y política. Sorprendentemente, después de tanto escándalo, ningún político catalán está en prisión. Tampoco hay muchas noticias de investigación seria del «tres per cent».

Por tanto, si se está investigando, hay que decir que ya era hora, hay que lamentar que se haga tan tarde, porque las pruebas pueden haber sido destruidas, y tiene sentido preguntar por qué los registros se hicieron ayer: precisamente el día en que Mas, Junqueras y Romeva hacían su primer acto conjunto masivo y a 30 días de las elecciones plebiscitarias. La Justicia no tiene en cuenta los calendarios políticos, y eso es síntoma de independencia. Pero tiene su riesgo: el principal, atizar el victimismo, cosa en que los políticos catalanes son especialistas de larga experiencia. Y lo hicieron al minuto siguiente: es un «espectáculo» para influir en el voto del 27-S, clamó el secretario general de Convergència, señor Rull.

¿Lo es? No lo creo ni lo deseo. No es aceptable utilizar el aparato represivo del Estado para fines políticos, aunque sean tan nobles como salvar la unidad de la nación. Pero, si se descubrieran pruebas de delito, muchos ciudadanos darían por bueno el espectáculo. Una sospecha de corrupción tan extendida como la del tres por ciento no puede quedar sin investigar. No sea que convocar elecciones o romper España se convierta en instrumento de impunidad.