Cataluña, pedagogía del Estado sin complejos

OPINIÓN

26 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Que Mariano Rajoy tienda la mano a Artur Mas es un gesto inútil, porque el presidente de la Generalitat se dedica en exclusiva al monotema de la independencia, de la que hace un uso instrumental para ir tirando. Mas no tiene remedio, y como todo nacionalista catalán que se precie, tiene un anhelo: que el resto de los españoles vivamos pendientes de lo que él hace, piensa y siente. Y este narcisismo resulta cansino.

Expulsar a España de Cataluña es tan imposible como expulsar a Cataluña de España. Los siglos de convivencia han creado un sólido armazón que perdurará por mucho que un tercio, engañado y engatusado, trabaje en lo contrario merced a las añagazas de don Artur, que ningunea servicios básicos mientras derrocha en inútiles «estructuras de Estado».

Sigue siendo acertada la política del Gobierno central de aumentar la presencia en Cataluña y hacer mucha y constante pedagogía para convencer a los catalanes de lo útil que es para ellos seguir siendo parte esencial de España y lo perjudicial que sería separarse. Las ahora frecuentes visitas de los reyes a Cataluña, hasta hacerlas normales, y los discursos y declaraciones ante todo tipo de públicos en los que se escuchan frases como «corazón profundamente catalán» y «seña de orgullo español», cosen heridas, evitan nuevas fracturas y alimentan afectos.

El sociólogo Emilio Lamo subrayó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas que estamos en la Cataluña de los tres tercios: la independentista, la españolista y la perpleja. Y para el conjunto de esta realidad propuso que el Gobierno nombre dos comisiones de trabajo. Una, denominada «de la claridad», con mayoría de expertos extranjeros, que elabore un informe sobre el coste neto de la secesión para Cataluña y para el resto de España. Lo que ganamos, pero también lo que perdemos, unos y otros. «El daño cesante y el lucro emergente, que es de lo que se habla; pero también el daño emergente y el lucro cesante, que de todo hay». Este informe debe someterse a consideración pública para que sepamos todos de qué estamos hablando. Y una segunda comisión, formada por expertos españoles, que identifique los aspectos de la Constitución obsoletos y sugiera alternativas. Comisión que debe elaborar un dictamen para someterlo a debate y consideración pública antes de ser asumido (o no) por los partidos para llevar a efecto las enmiendas.

Y mientras tanto, y como recordó Lamo, «sí hay que hablar, y mucho, aunque no con los políticos que violan la legalidad que han jurado cumplir, sino con los ciudadanos», con los catalanes y con el resto de españoles, y preparar el verdadero diálogo político que deberá iniciarse antes de las elecciones catalanas de septiembre, «pues nuestro objetivo, como el de cualquier demócrata -dijo-, solo puede ser uno: no pactar con los nacionalistas sino ganar las elecciones en Cataluña. Y para ello hay que ganar los espíritus y los corazones de los catalanes. Hablar con ellos y a ellos, y escucharles atentamente». Pues hágase.