Galicia en particular y España en general, políticamente, está partida en dos. Y siempre lo estuvo. A poco que uno estudie la historia reciente comprenderá, como escribió Antonio Machado, que una de las dos Españas ha de helarte el corazón. También había otro Machado, Manuel, a quien Jorge Luis Borges llamaba el bueno, pero esa es otra historia y convendrá contarla en otro lugar. Aquí, finalizando agosto, lo que nos interesa es dirimir hacia dónde va la pirotecnia política de las elecciones que aguardan. Las encuestas aventuran que ganará el PP. Y uno, ingenuamente, incluso se atreve a afirmar que si Rajoy espabilase hace dos años y cambiase su política de comunicación (la más pésima que yo recuerdo en democracia) la diferencia que ahora obtendría sobre el Partido Socialista sería mayor. Lo cierto es que el PP precisará apoyos para gobernar, pero quizá no sean tantos como se espera. El PSOE solo gobernaría con Podemos, que está en caída libre, como Ciudadanos. Y como antes estuvo el partido de Rosa Díez. Son las sorpresas que poco a poco se desinflan. Porque aquí las sorpresas tienen fecha de caducidad y a la hora de la verdad, en elecciones generales y no europeas o municipales, el ciudadano no quiere jugársela a la carta de lo ignoto y la imprevisibilidad. Las aventuras están muy bien para animar y tensionar tertulias. La gobernanza, ya lo saben en algunas ciudades gallegas y no gallegas, es cosa muy distinta.