Doble parricidio de Moraña: el silencio te hace cómplice

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

05 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

E scribo con las tripas revueltas por el reciente parricidio ocurrido en Moraña, donde un hombre mató a sus dos hijas para vengarse de su ex mujer. No es un suceso único. En los últimos diez años, 44 criaturas de entre cuatro meses y 16 años fueron ahogadas, acuchilladas, tiroteadas o degolladas por sus padres para dañar a las madres. La llamada violencia vicaria ejercida sobre las hijas y los hijos de la mujer busca hacerle el mayor daño posible y es peor vista por una sociedad hipócrita que considera más grave el asesinato de menores. Suele producir un mayor impacto sobre la opinión pública, pero, incluso así, indigna la falta de empatía, solidaridad y voluntad de implicación en la lucha contra todas las formas de violencia machista. Se constata una ambivalencia cínica en la respuesta social: repulsa minoritaria e indiferencia generalizada. La falta de acción y el silencio ante estos casos equivale a complicidad; a una encubierta comprensión (algo habrá hecho?) también en los sectores más contestatarios y movilizados de la sociedad que se sienten cómodos manifestándose o recogiendo firmas contra genocidios ajenos pero no se inmutan ante feminicidios o agresiones constantes que se viven en la casa de al lado. 

Necesitamos a los hombres dando un paso al frente y deberán hacerlo para dignificarse como seres humanos responsables. Nos necesitamos todas y todos por el patético legado que estamos dejando a las generaciones que nos seguirán. Desde pequeñas se nos inculca que «el amor verdadero lo perdona todo», «la responsabilidad de la mujer es cuidar a los suyos antes que a ella misma», «una mujer sola está incompleta» o «los abusos sexuales dentro del matrimonio no son tales». La distribución desequilibrada del poder dentro de la familia se considera algo natural y hasta biológico, pero su consecuencia posterior y más brutal es una violencia estructural cuya manifestación más visible son los asesinatos (feminicidios). Cuando son noticia, apabullan durante unos días y se olvidan rápidamente por la indiferencia que produce lo habitual, aquello que se convierte en normal de puro repetirse. La sociedad se encarga de invisibilizar y naturalizar esta violencia dentro de la relación de pareja con mandatos de género y creencias sexistas que justifican la tolerancia a la agresión. 

Tomemos este asunto como algo propio. Demandemos y exijamos a las autoridades mayor preocupación, responsabilidad e implicación por ganar esta guerra en la que al menos una de cada tres mujeres en todo el mundo será violada o maltratada de alguna manera durante su vida. Si esto no remueve nuestras conciencias querrá decir que nos merecemos cualquier cosa. Tenemos que tomar las riendas porque entre los maltratadores y usted y yo, compañero, hay algo personal.