Terror incendiario

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo VOZ EN OFF

OPINIÓN

29 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras veinticinco años de lucha sin cuartel contra los incendios forestales, la sociedad gallega solo tiene la certeza de un factor de triunfo sobre el fuego: una meteorología propicia. En veranos como el actual son infalibles las desastrosas consecuencias de esa terrible conjunción de la sequía, las altas temperaturas, el viento y la mano, descuidada o criminal, de las personas. El año pasado fue para la foresta el más bonancible de la historia reciente, pero solo porque la lluvia, y no la flota de hidroaviones, se convirtió en el arma principal de los siete mil efectivos que se desplegaron, al igual que este estío, para velar por la integridad de los montes gallegos, de su riqueza tan menospreciada por la ignorante modernidad urbanita y de los vecinos que lo habitan. Solo se dispara nuestra sensibilidad cuando el terror rodea las viviendas y amenaza a sus habitantes, cuando los brigadistas sucumben en una prisión de fuego tras un imprevisto cambio de la dirección del viento o cuando una extensa superficie de alto valor ambiental queda convertida en manto negro y humeante. Los cientos de hectáreas de Red Natura calcinadas estos días en Navia de Suarna, Folgoso do Courel o A Mezquita dejan una herida que tardará muchos años en cerrarse, casi tantos como llevamos asistiendo atónitos al debate partidario que utiliza el fuego como arma arrojadiza a la caza de réditos bochornosos, pese a que, como se ha demostrado, el monte arde independientemente de quién gobierne. El consenso político es el primer cortafuegos para sensibilizar a la sociedad, aislar al terrorismo forestal, endurecer las penas contra sus autores y activar, definitivamente, una gestión del monte que lo ponga en valor porque es rentable mimarlo.