Pisada de garañón

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

11 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Dicen que la peor desgracia que uno puede tener en Granada es ser ciego. Su Alhambra es poesía con formas arquitectónicas. Un obsequio de la historia para goce de la humanidad. Sus jardines son lo más parecido a un edén celestial en una «mansión para la alegría». Insuficiente inspiración, parece, para su directora, Mar Villafranca, que ha enredado con las audioguías hasta el punto de que se le distrajeron, tal vez entre las inmensas bellezas de mármol y agua, la nada desdeñable cantidad de 5,4 millones de euros. Se viene a sumar a toda la calderilla que la larga ristra de políticos, encabezados por Bárcenas, han ido tirando por las alcantarillas del país. Prevaricar en los alcázares suena a profanación y a dolor en el intelecto. Granada tiene nuevos motivos para estar «triste y sola» en esta depresión generalizada, con las imputaciones esparciéndose por todo el territorio como la lava de un volcán monte abajo. Con la sensación de que el enjuiciamiento de unos cuantos no acaba con la podredumbre, que parece ya parte del sistema mismo y de la vida cotidiana, como los retrasos del autobús. Unos se van, en el caso de que se vayan, para dar paso a otros. La codicia no tiene freno y son tropa los dedicados a deshojar la flor de la democracia.

Hasta Besteiro, la esperanza de la resurrección del anémico socialismo galaico, se ha pillado los dedos con el ladrillo. Ese fenómeno contagioso que nos iba a dejar a todos ricos, con una segunda vivienda en la playa, y que ha llenado los pueblos gallegos de edificios sin terminar en los que ni siquiera pueden anidar las palomas. O Garañón le pisó las uñas y, aunque sane la herida, le quedará cojera crónica. El libro invisible de la vida suele sorprender con capítulos oscuros.