Francisco, del Nuevo Mundo al mundo nuevo

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

11 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Algunos le llaman el papa del Nuevo Mundo, por su procedencia, aunque, probablemente, lo que en realidad pretenda es ser el papa de un mundo nuevo, con su Iglesia renovada y preparada para afrontar el cambio de ciclo que vive la humanidad. La visita esta semana de Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay, para «reavivar la fe» de los católicos, adquiere un especial relieve porque impulsará a la Iglesia latinoamericana, lastrada por restricciones doctrinales de anteriores papados. Jorge Bergoglio, el argentino que traerá la Iglesia al siglo XXI, podría ver llegado el momento de recuperar la esencia de la teología de la liberación en un pontificado renovado. No es una elección casual porque, en menos de dos décadas, en 18 países latinoamericanos los católicos pasaron de ser el 80 % al 67 % de la población.

En su proceder se aprecian dos aspectos singulares. Uno, su comprensión de la globalización en toda su diversidad: heterogénea, complementaria, compleja, novedosa. Otro, su aporte como latinoamericano que conoce una realidad que ha significado el encuentro-fusión del ayer y el futuro. En ambos casos coincide la percepción de que el mundo estaba incompleto sin América y sin su incorporación a la evolución civilizatoria. Esta mirada global lleva aparejados empatía y sentimiento hacia y desde el hemisferio sur. Recientemente supimos de su intervención en la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, donde se vio a un estadista de enorme influencia y capacidad de concordia en las turbulentas relaciones internacionales. Sabe que es muy complicado modificar realidades sin la capacidad de variar voluntades.

En esta visita, solo en Ecuador, lo han recibido más de un millón de personas y ha tenido el caluroso recibimiento del presidente Correa, que se confiesa católico. La de Bolivia es una visita histórica en la que se confía en su intercesión para buscar una salida al mar y con Paraguay ya había demostrado una especial sensibilidad ante la afluencia de emigrantes empobrecidos hacia Argentina.

Francisco no reza sobre los salmos en sus discursos. Realiza constantes alusiones a temas actuales y candentes porque ya no es tiempo de sermones, sino de transmitir emociones. Probablemente sea el mensaje último de este viaje: un llamamiento a la dignidad del ser humano, a la humildad de la Iglesia, a reconstruir puentes entre diferentes y a aunar voluntades en pro de una justicia social que restituya a los descartados, a favor de una equidad que sitúe a la ética como pasaporte a ese mundo nuevo. Quizás sea recordado como el papa que defendió a ultranza los derechos humanos.