Un acuerdo realista y equilibrado

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

10 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde el 2009 Grecia vive el drama de una crisis estructural que viene de lejos y que se vio agravada por las políticas de austeridad compulsiva de la troika. Son seis larguísimos años que han dejado un paisaje desolador: una caída del PIB superior al 30 %, la tasa de paro más alta de Europa, una caída de los salarios reales del 37 %, la reducción de las pensiones hasta niveles miserables, el grave deterioro de la sanidad y la educación pública, el despido de decenas de miles de empleados públicos?

Con este enorme ajuste, y con los denominados rescates del 2010 y del 2011, se suponía que Grecia resolvería su grave problema de endeudamiento. Una cura de caballo brutal pero necesaria para salir de la crisis de la deuda. Sin embargo, el resultado ha sido exactamente el contrario: la deuda pública aumentó en 77.000 millones de euros hasta alcanzar el 180 % del PIB del país. El fracaso de las recetas de la troika es evidente: más deuda, más recesión, más desempleo, más sufrimiento?

Decía Einstein que locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes. El pueblo griego no está loco y por eso rompió con el bipartidismo que lo gobernó durante 50 años y eligió a Tsipras para intentar una vía diferente.

A pesar de la extraordinaria complejidad de la negociación actual, llena de desinformaciones interesadas, sí se pueden establecer los puntos que marcan el terreno de un acuerdo tan necesario como posible. Primero, hay que liberar a la economía griega de la pesada losa del servicio de su deuda -devolución de préstamos y pago de intereses- que impide su crecimiento. Para eso habría que considerar una reestructuración de su deuda, incluyendo una moratoria temporal hasta que su economía vuelva a crecer. No se trata de permitir que impaguen la deuda, sino de darles la posibilidad de pagarla.

Segundo, el Gobierno griego tiene que establecer un sistema fiscal mucho más efectivo, con un aumento sensible de la recaudación, actuando de forma decidida contra el fraude fiscal que se concentra en las grandes fortunas, en las rentas de capital y en el IVA. Al mismo tiempo, debe acabar con los privilegios y los despilfarros en el gasto público originados en décadas de Gobiernos corruptos con prácticas clientelares.

Tercero, Grecia necesita un plan que impulse el crecimiento del país, lo que implica darle estabilidad financiera, un programa extraordinario de inversiones dentro del Plan Juncker, mayores plazos para la consolidación fiscal y recuperar la demanda interna, con salarios y pensiones decentes.

Y cuarto, el enorme deterioro social de seis años de crisis y de austeridad hacen imprescindible un plan de emergencia social financiado por la Unión Europea que permita cubrir las necesidades básicas de las personas.

El coste de un no acuerdo es enorme. Para los griegos en primer lugar, pero también para el resto de los países de la UE. Por eso es muy probable que el domingo se pacte una solución entre las dos partes, que debería ser realista en lo económico y equilibrada en lo político si queremos cerrar de una vez la interminable crisis griega.