Desigualdad social y recuperación del consumo

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

10 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La última crisis financiera e inmobiliaria tuvo como epicentro un aumento temerario del crédito para consumo (para vivienda, ocio, etcétera) que se distribuyó en activos tóxicos por buena parte de los bancos e inversores del mundo. Esa expansión del crédito abundante y barato no tenía otra finalidad que alimentar la demanda y el consumo de hogares que, por sus ingresos o por sus garantías, no podrían hacerlo.

El sistema financiero trabajó temerariamente para que los sectores productivos (inmobiliario, manufacturas, turismo, etcétera) pudieran crecer aceleradamente, mientras ellos mismos hacían lo propio y se llenaban los bolsillos. Pero, una vez más, la burbuja financiera estalló. Arrasando en primer lugar los hogares sobrendeudados que muy rápido quedaron en desempleo. La pérdida de la vivienda y la pobreza empezaron a ser fenómenos masivos. Una vez más.

El otrora círculo virtuoso se tornó en desastroso. Paralización de actividad en muchos sectores asociados a la vivienda, recortes de producción y plantillas en todos los demás. Sobra capacidad productiva, plantas, factorías, mano de obra...

La desigualdad social que ya había precedido a la crisis (no olvidemos que era a los menos ricos a los que se ofreció aquel crédito abundante y barato) se disparó ahora aún más. En España, entre el 2008 y el 2014, los hogares más ricos pasaron de ganar seis veces más que los menos ricos a hacerlo en siete veces. Si observamos los ingresos medianos (los que dejan por debajo a la mitad de la población), pasaron de 31.000 euros a 27.800. Un empobrecimiento masivo que hundió la demanda familiar y el consumo de los hogares.

La última Encuesta de Presupuestos Familiares informó de una caída media del 15 %, muy desigual según grupos de gasto. Especialmente intensa en vestido, ocio, hoteles y transportes, con caídas en torno al 25 %. Asuntos que se pueden dejar esperar a mejor ocasión. Pero no se redujo apenas en sanidad (una necesidad básica) e incluso aumentó en electricidad y combustibles (mercados controlados por poderosos oligopolios).

Esta reducción media se reparte de forma muy desigual según niveles de ingresos de los hogares. Porque los gastos de consumo de los de mayor renta (más de tres mil euros mensuales) cayeron mucho menos que la media, mientras los de la otrora amplia clase media cayeron mucho más.

La actual recuperación del consumo de los hogares españoles se alimenta de esa desigualdad galopante. Porque el repunte del consumo se concentra en aquellos hogares -no endeudados y con rentas no salariales- que, con deflación de precios y rebajas fiscales, son a día de hoy más ricos que en el año 2008. Este mes, con la rebaja de retenciones del IRPF, un hogar con mil euros de ingresos tendrá 10 euros más para consumir, pero si es un hogar con seis mil euros tendrán 120 euros más.

Es este un modelo de recuperación que solo un tercio de los hogares españoles podrá disfrutar. Suficiente para que crezca el consumo, y en el PIB seamos campeones para el FMI, aunque no para que la mayoría de la población lo perciba.