Grecia y la ensalada política nacional

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

08 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El plato político de Grecia es demasiado suculento para que pase por delante de los partidos sin que traten de mojar el pan en su salsa. Hay momentos en que parece que el drama de Grecia es más político que económico, más español que griego, más electoral que técnico. Y, como todo se contagia, la gente normal del taxi y la barra del bar pregunta y pontifica con sorprendente información, con convicciones arraigadas y alineación ideológica. Para el común de los mortales hispanos, el mundo se divide entre los pobres griegos, exprimidos por el capitalismo inhumano, y los diletantes griegos, que quieren que Europa les arregle sus problemas sin aceptar las reglas del club llamado Eurogrupo.

En el ámbito internacional se han comenzado a formar dos frentes: el alemán, duro y rígido, no partidario de hacer ninguna quita, y el encabezado por Francia, dispuesto a mayores concesiones con tal de mantener a Grecia en el euro. Religiosamente, luteranismo frente a catolicismo. Sentimentalmente, la Alemania rigurosa, pragmática y cartesiana frente a la Francia romántica, sensible y, por tanto, manejable. Pero todos los países, más allá de sus diferencias, tienen dos miedos comunes: que Syriza alimente sus respectivos populismos y que un éxito de Tsipras sea el ejemplo de cómo negociar sin respetar las normas comunes del club.

En España tenemos la ensalada de verano completa. El Gobierno pasa de la dureza a predicar el diálogo según los vientos de los Pirineos: si Juncker dice que votar no es votar la salida del euro, Rajoy le sigue. Pero si Rajoy observa un cambio en la Unión, no pierde un minuto en cambiar. Guindos obedece a la disciplina de Rajoy, pero aspira a la presidencia del Eurogrupo y no puede irritar a nadie, ni siquiera a Grecia, que también vota. El PSOE necesita combatir a Podemos, pero no tanto como para que le niegue su apoyo si algún día lo necesita, templa gaitas como puede y está distante de la dureza de los demás socialdemócratas europeos. Podemos es el enemigo de todos: sobre todo, del PP, que lo identifica con el corralito y teme que un triunfo de Tsipras no solo sea el pasaporte hacia el Gobierno de Pablo Iglesias, sino la pérdida de valor de todas sus reformas y los sacrificios que supusieron.

Por si faltara algo, aparecieron los del partido de Artur Mas, ¿y cómo dejar pasar esta oportunidad, ahora que viene el plebiscito del 27 de septiembre? ¡Todos a la cabecera de la manifestación! Dice la portavoz de Convergència: «Nuestra troika es el Gobierno central, el déficit fiscal y el Tribunal Constitucional». No sé qué haríamos sin Grecia. No sé qué harían nuestros políticos. Se dedicarían a una herejía: a hablar de las necesidades del ciudadano español.