Grecia: un amaño para seguir tirando

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

23 jun 2015 . Actualizado a las 15:45 h.

Escribo en medio de la euforia de los mercados. Las bolsas suben y la prima de riesgo baja, anticipando un acuerdo entre Grecia y sus acreedores. Lo hago, por tanto, antes de conocer el desenlace de la cumbre -otra vez tildada de decisiva- que dirime la querella. Cuando este periódico llegue al lector, puede que hayan ocurrido dos cosas: la catástrofe o la prórroga. La posibilidad de que suceda la primera la considero prematura: aún no se atisba el amanecer sangriento, el día en que al despertar nos encontremos con los griegos prisioneros en el corralito y a los españoles e italianos camino del Calvario. Si me equivoco en el pronóstico, prometo jubilarme del oficio de profeta. Pero tampoco preveo, ni por asomo, un acuerdo que zanje definitivamente el asunto. Solo cabe esperar un nuevo minuto de prórroga o, como mucho, un amaño in extremis para evitar que el tinglado se desbarate como castillo de naipes. Nuestros próceres, como los jugadores de rugbi, se han especializado en la patada a seguir cuando los acucia la necesidad y presiento que esa será, presentada con mayor o menor redoble de tambores, la gran decisión de la cumbre.

Se aplazará el problema, pero no se resolverá. El teorema no tiene solución mientras los acreedores -fundamentalmente, la Troika o como ahora se llame- no asuman que una parte de la deuda no será devuelta, ni por las buenas ni por las malas, y en tanto no reconozcan que los planes de rescate del país heleno constituyen un colosal fiasco que, además de arrojar a la miseria y al paro a millones de griegos, fracasaron en su objetivo de frenar la espiral del endeudamiento. Pueden colgar a Grecia por los pies, zurrarle la badana de lo lindo y sacudirle los bolsillos, que ni menguará la deuda ni mejorará el calamitoso estado del país.

El asunto de las pensiones ilustra perfectamente el círculo vicioso. En el 2011, por imposición de Bruselas, Atenas rebajó las pensiones entre un 20 % y un 40 %. Al año siguiente les propinó un recorte adicional del 5 % al 10 %. Seis de cada diez pensionistas griegos cobran actualmente menos de 700 euros al mes. Pero los acreedores quieren más sangre y, para justificarla, esgrimen un dato supuestamente escandaloso: las pensiones griegas acaparan el 16,2 % del PIB. Porcentaje superior al de Alemania, España o incluso Francia, pero con truco: oculta que, en parte debido a los ajustes impuestos, la economía griega se contrajo un 25 % durante la crisis. Realicemos una sencilla operación aritmética: s¡ la economía se mantuviera estancada, en vez de caer en barrena, las pensiones griegas absorberían hoy un 12,1 % del PIB, porcentaje inferior a la media europea. Las cosas, cuando se usan torticeramente los datos, no son lo que parecen.

La cuestión griega se zanjará, a la larga, con la reestructuración o condonación parcial de su deuda. O con la salida de Grecia del euro: el temido Grexit. Pero, de momento, aún vivimos la fase del amago, las escaramuzas verbales y los paños calientes.