Pobriña de ti, Galicia

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

12 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los lobos aúllan a la luna para que les devuelva su sombra, pero en realidad lamentan la muerte del mundo rural. El viejo país de Breogán ha mudado de faz. Los labriegos que durante siglos escribieron con el arado romano sobre la tierra la historia de este pueblo se han batido en retirada y los campos están a tojos. Su obra ha sido enterrada como la biblioteca de un pazo derruido. Eran botánicos, astrónomos, meteorólogos o veterinarios al tiempo que agricultores, carpinteros, canteros y gaiteiros. Saberes aprendidos desde la cuna. Mantuvieron desde el neolítico aldeas autosuficientes y sostenibles, pero los industrializaron sin misericordia tachándolos de analfabetos. «Se vende bino», pone el letrero que Fernando Sabaté proyecta en una pantalla. El público ríe. «¿Quién es más ignorante? ¿El que no sabe hacer vino o el que no sabe cómo se escribe?», pregunta. Lo cuenta Jaime Izquierdo en La casa de mi padre.

Galicia, a veces, te recuerdan solo como vieja enlutada. Te han puesto bandera, pero para vestir en las celebraciones. Tus agros y tus montes quedan a selva, y tus ingenieros forestales se van de camareros para Londres, a vivir en cajones de 50 metros cuadrados con italianos y polacos. Estudian inglés para irse a la nube del Skype y el WhatsApp, y sus madres ya no pueden besarlos los domingos. Te vas muriendo entre recuerdos difusos. Incluso los cementerios se quedan sin alma poco a poco. Las lágrimas de antaño se van confundiendo con el orvallo eterno. En verano te queman, víctima de una esquizofrenia destructiva. Entre el ejército de creyentes-ateos de comuniones y casamientos no hay quien pronuncie una plegaria por ti. Solo el viento y las olas del mar acuden a diario a tu cita.