Mandato de cambio, giro a la izquierda

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

25 may 2015 . Actualizado a las 02:14 h.

España ha cambiado de color. El azul es menos intenso, a pesar del esfuerzo personal de Mariano Rajoy, a pesar del discurso del desastre si no se votaba al PP, y a pesar de las debilidades de los demás. Desde el principio del recuento se vio venir. Fue todo un espectáculo ver cómo caían las mayorías absolutas en su poder. Incluso en los grandes municipios y autonomías donde sigue siendo el partido más votado, mordió el polvo del desencanto y sufrió un fuerte castigo; mucho más fuerte que el Partido Socialista. Podemos, de forma muy notable, y Ciudadanos en menor medida han empezado a contar en la política interna. Y vaya cómo cuentan, sobre todo Podemos: siendo fuerzas necesarias para cualquier formación de mayorías en los lugares donde se han presentado.

Cambia el color político de España, y cambia el mapa del poder. Se mantiene el viejo esquema bipartidista como eje hegemónico, pero rigurosamente matizado. Matizado ideológicamente, porque este país ha girado a la izquierda. Matizado nominalmente, porque ya hay que contar con los emergentes, que harán valer la renovación que propugnan. Y matizado en el juego político ordinario, por la cantidad de pactos que habrá que negociar y por la cantidad de innovaciones a que quedan obligados el Partido Popular y el Partido Socialista. El PP, para seguir gobernando. El PSOE, para seguir siendo la segunda fuerza política.

Todo esto supone un aviso de cambio para todos ante las elecciones generales. Para el Partido Popular, mandato de cambio de mensaje. La referencia económica no es suficiente. Para el Partido Socialista, la creación de un ideario suficiente para contener el avance de Podemos. Con algún matiz: las elecciones de ayer, sobre todo en el ámbito municipal, han sido más personales que ideológicas. Los grandes resultados de Ada Colau y Manuela Carmena son debidos a la personalidad de las candidatas. Y otra incógnita: nadie sabe si el visible cabreo ciudadano se ha exteriorizado ayer y queda amortizado para las elecciones generales. Esa sigue siendo la esperanza del Gobierno de Rajoy.

Más allá de estos resultados, aparecen o se confirman datos inquietantes para la tranquilidad del problema territorial. Uno, en Navarra, donde la fuerte implantación de Bildu anuncia tensiones futuras con el final anunciado de promover la unión con el País Vasco. El otro, en Cataluña, donde el descenso de los dos partidos considerados como españolistas, no suficientemente cubierto por Ciudadanos, es un mal indicio para la defensa de la unidad de España en aquella comunidad. Nadie sabe lo que puede ocurrir cuando una avalancha de alcaldes independentistas hagan valer su fuerza para levantar las esteladas en cada casa consistorial.