Parejas políticas de ensueño

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

21 may 2015 . Actualizado a las 12:58 h.

Albricias. Pedro Sánchez y Susana Díaz han hecho un mitin juntos. La foto andará hoy por los periódicos como si fuese el apretón de manos del príncipe Carlos y Gerry Adams. Mejor todavía: como si fuese la foto de Jane Fonda tocándole el culo (los glúteos, que queda más fino) a Harvey Keitel. Un encuentro entre Pedro y Susana es material fino para tertulias y crónicas, por el morbo que tiene de juego de la margarita: me quiere, no me quiere. Y tiene una liturgia de altísimo nivel: estos encuentros se negocian como si fuesen una cumbre de jefes de Estado. Se pacta el orden de intervención. Y al final se fuerzan las sonrisas en una sublime representación.

Pero no son la única pareja notable de esta campaña de dardos y zancadillas. Olvidando los arrumacos entre Pablo Iglesias y Monedero y otras historias sentimentales, ahí me tienen ustedes a Aznar y Rajoy, presidente y sucesor, gloria histórica y mérito presente. También se quieren tanto que van por el mundo electoral predicando las excelencias del partido en que uno mandó y el otro manda, pero con la delicadeza de no citar nunca el nombre del otro. Se aman, pero no se citan, como si mantuviesen una relación pecadora e inconfesable, como si no quisieran manchar sus castos nombres con alusiones terrenales.

Si bajamos un escalón, encontramos la tercera pareja, la formada por Esperanza Aguirre y Ana Botella. La aspirante, que es la señora Aguirre, tiene abundantes enemigos exteriores, que son todos los demás candidatos. Tiene algún enemigo interior, que son los jóvenes del partido que pensaron que habría renovación generacional. Pero necesita también un enemigo anterior, como todos los aspirantes, para tener más fuerza discursiva. Y su encuentro en un mitin ha sido un prodigio de dardos envenenados, que saldó después Aguirre con este desplante torero: «Ana es la gran mujer que siempre hay detrás de un gran hombre». De alcaldesa, ni palabra. Duelo florentino.

Y la cuarta pareja la he buscado en Galicia y, después de una complicada selección, me quedo por la formada por Paco Vázquez y Mar Barcón, candidata del PSOE a la alcaldía de A Coruña. La relación es histórica, porque Mar fue concelleira de Paco en los tiempos felices y se nota que sobrevive su espíritu de equipo: al exalcalde coruñés no hay cristiano que le arranque la confesión de su voto en la ciudad que regentó, pero como signo de identidad socialista se fue a Lugo, ciudad de gran perdonanza, a pedir el voto para Orozco. Gran detalle porque, de lo contrario, habría gente que pensaría que Paco vota a Ciudadanos.

¡Qué razón tenía el genio que estableció la famosa escala política de amigos, adversarios, enemigos, grandes enemigos y compañeros de partido!