Monedero ha sido siempre el Trotski de Podemos. Mientras Pablo Iglesias tiene esa imagen de camisa blanca, de apóstol, Monedero se parece más al ángel malo de la tónica. Es el que está a la izquierda de la izquierda. El que guarda las esencias. El Trotski, que se enfrentó primero a Lenin, hizo el trabajo sucio para tomar el poder y luego chocó con Stalin y ahí perdió de forma estrepitosa. Monedero, enfadado, recuerda mucho al malo de Érase una vez. Pero Monedero igual se queda en el primer capítulo, sin revolución de final de año ni asalto al poder. Ahora dice que se siente engañado. Cree que Podemos, de centrarse tanto, se va a descentrar del todo. Y es que jugar a marca blanca tiene sus riesgos. No se puede ser un partido de izquierda y, animado por el éxtasis virtual de las encuestas, ocupar también el espacio de centro. Se llama impostura. Esta esa frase de Lincoln que seguro que conocen los politólogos: «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». A