Entre el cachondeo y la banda organizada

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

10 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Creo que lo he contado alguna vez: cuando estalló el escándalo de los ERE de Andalucía y todavía no eran los ERE, sino algo difuso de «fondo de reptiles», pregunté a uno de los máximos dirigentes socialistas qué era eso y me respondió que le sonaba a «algo parecido a ejercicios de caridad». Por lo visto, estaba tan despistado como el cronista, pero me ha dado pie para una tesis: ese dinero público se empezó a distribuir legalmente para ayudas a empresas y trabajadores afectados por expedientes de regulación de empleo. Como no estaba controlado, se desvió una cantidad para socorrer a algún conocido o militante en dificultades. Como no pasó nada, se desviaron nuevas cantidades para los mismos fines benéficos. Como seguía sin pasar nada, las moscas se lanzaron sobre la porquería hasta llegar a los momentos sublimes en que el dinero se desparramaba, se gastaba en juergas y compra de droga y un beneficiario pudo declarar: «Tengo billetes suficientes como para quemarlos y asar una vaca».

Escribo esta teoría para encajar lo que dijo José Antonio Griñán a los periodistas a la puerta del Supremo: «No hubo un gran plan, pero sí un gran fraude». Es decir, nadie planificó el desparrame de dinero, pero se fue produciendo a medida que ese dinero iba fluyendo y nadie lo impedía. No existió un «autor intelectual» propiamente dicho, sino una sucesión de hechos, descuidos, descontroles y aprovechamientos que condujeron al gran despilfarro. A los dineros gastados legalmente se añadieron los sencillamente robados, bajo el principio soberano de que «lo que hay en España es de los españoles». De unos más que de otros. Y entre los unos estaban los amigos, militantes, la tropa que se hizo un capital. Individualmente más pequeño que el de Bárcenas. Colectivamente, uno de los mayores robos del siglo.

Ahora el juez Barreiro trata de encontrar a los responsables. Y, como ocurre casi siempre en casos de corrupción, los grandes se enteraron por la prensa o echan la culpa a los de abajo. La declaración de Griñán, que solo conocemos por su propia versión, es en ese sentido la misma que la del exconsejero de Empleo, señor Viera: ellos no han sido, la telaraña tramposa se tejió en el piso de abajo. El juez dirá hasta dónde les da crédito.

Yo lo único que anoto es lo siguiente: si el dinero corrió sin que ningún superior lo viese, es que la Junta de Andalucía era un cachondeo. Y si la Intervención alertó, pero sus informes no llegaron a los consejeros, una de dos: o fallaba la información o una mano negra impedía su circulación. Si existió esa mano negra, no estamos solo ante apropiaciones indebidas: estamos ante comportamientos mafiosos de una banda organizada. Es lo que empiezo a creer.