¿Qué diría Tam Dalyell de CiU y nuestro AVE?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

05 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La reiterada oposición del nacionalismo catalán al AVE entre Galicia y la meseta ha sido tratada habitualmente desde una perspectiva que considero más que razonable: la consistente en poner de relieve la desvergüenza que supone que CiU -la misma que, a base de presionar durante décadas al Gobierno del Estado, ha conseguido para Cataluña infraestructuras mucho mejores que las nuestras y que ahora, desde el poder autonómico, malgasta el dinero a manos llenas para aparentar ser lo que ni es ni ha sido nunca: un Estado independiente- se ponga estupenda con una obra esencial que los gallegos llevamos muchos años esperando. Sin embargo, no es esa probablemente la perspectiva en la que hoy más debemos insistir para oponernos a la caradura de CiU, Mas y compañía.

Como creo que hay otra forma de hacerlo más inteligente y efectiva, me permitirán que, antes de desvelarla, les cuente a ustedes una historia. En 1977, Tam Dalyell, diputado en el Parlamento británico por el distrito de West Lothian, planteó una pregunta en los Comunes conocida en adelante como la West Lothian Question: «¿Durante cuánto tiempo permitirán los diputados ingleses que 119 diputados elegidos en Escocia, Gales e Irlanda del Norte ejerzan una influencia decisiva en la política de Inglaterra, mientras esta carece de voz en los asuntos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte?». La pregunta no es mecánicamente trasladable a España, claro está, pues mientras que -en contraste con Escocia, Gales e Irlanda del Norte-, Inglaterra carece de autonomía («Devolution»), en nuestro país todas las regiones son autónomas.

Pero ello no significa, en absoluto, que no quepa extraer de la West Lothian Question algunos interrogantes inquietantes para nuestra realidad: ¿Es razonable que parlamentarios de partidos que no se sienten españoles y han tomado en el pasado o están tomando en la actualidad iniciativas (inconstitucionales y/o ilegales) para alcanzar la independencia de sus respectivos territorios (CiU, ERC, PNV o Bildu) sigan, como si tal cosa, decidiendo en las Cortes lo que nos afecta a los restantes españoles? ¿No supera con mucho los límites del sentido común y la decencia que CiU y ERC, que acaban de manifestar su voluntad de proclamar unilateralmente la ruptura de Cataluña con España se permitan opinar sobre cómo debe gastar el dinero el Estado del que quieren marcharse, mejor mañana que pasado?

Yo ya sé que hay gentes a quienes estas preguntas, que a buen seguro se hacen millones de españoles, no les parecen oportunas. Sé también que una parte de ellas se autocalifican como patriotas gallegos. E incluso que algunos de estos últimos me insultan neciamente porque el nacionalismo les obsesiona mucho más que la verdad.