Una seria advertencia a La Moncloa

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

24 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El presidente Rajoy se volcó en la campaña andaluza como si le fuese la vida en ella, y en parte le iba: los resultados no son solo lo que dicen las urnas, sino lo que dice la opinión publicada. Y en este caso coinciden: las urnas sentenciaron que el PP perdió medio millón de votos y 17 escaños y la opinión publicada señaló al PP como clarísimo perdedor. Esos dictámenes certifican un batacazo. A partir de ellos, las reflexiones políticas. La primera, que ya no tiene arreglo, es que no se debe atender a un colectivo únicamente cuando llegan elecciones. El esfuerzo de Rajoy en la campaña tuvo el efecto contrario al buscado: sirvió para recordar lo mucho que se olvidó anteriormente de Andalucía y Susana Díaz lo supo aprovechar.

La segunda es preguntarse qué ha pasado en Andalucía con el partido que gobierna España. Ganó los dos debates televisados. Moreno Bonilla, aunque poco conocido al principio, dio buena imagen. El Gobierno español presentó resultados e hizo promesas interesantes. Rajoy aprovechó incluso la jornada de reflexión para presentarse como equipo solvente frente a tertulianos y amateurs? Y, sin embargo, no caló en la sociedad: ha pasado de ser el primer partido a morder el polvo de la derrota, a diez escaños de distancia del ganador. No valen las excusas ni los disimulos.

Es cierto que no se pueden extrapolar los datos a las elecciones generales, pero Andalucía ha enviado una advertencia a La Moncloa: o cambio, o catástrofe. Las encuestas que le avisan de una fuerte pérdida de votos en todo el territorio no anuncian para nada una victoria del PSOE, pero sí hay un dato extrapolable: la entrada en el escenario de Ciudadanos y Podemos. No son una alternativa de gobierno. Podemos tiene menos seguidores de los aventurados por los sondeos. Pero ambos significan una voluntad de cambio, y Ciudadanos recoge el voto descontento del PP.

Ante esa realidad, está claro que no basta apelar a la falta de experiencia de los recién llegados ni a la catalanidad de Albert Rivera. Hace falta que la política económica sea más que una estadística del PIB, que el contribuyente vea que han terminado los sacrificios y que la recuperación se note en los bolsillos del pueblo llano. Y hace falta, sobre todo, humanizar la política, complementar la estadística con el sentimiento y dejar de ofrecer esa imagen de contables fríos de multinacional que desprenden el presidente y sus ministros. Si el PP consigue eso, puede recuperar territorio. Si sigue gobernando con el mismo estilo, recibirá grandes aplausos del Eurogrupo, pero grandes rechazos de quien le tiene que votar. Ahora se ve que algo importa que Mariano Rajoy, gran presidente, sea en cambio el político menos popular.